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CAMPAÑA PRIMARIA O PRECAMPAÑA
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Es la campaña que se realiza con el propósito de ganar una candidatura de un partido para participar en elecciones próximas. Se desarrolla dentro del proceso de selección interna de candidatos, por lo que sus características dependen de cómo se realice este proceso. Si la elección de candidatos es abierta, esto es, pueden votar todos los electores que lo deseen, sean o no miembros del partido, la precampaña tiene que dirigirse a todo el electorado, lo cual la hace tan compleja, extensa y costosa comouna campaña. Si la elección es cerrada, es decir, sólo votan quienes pertenecen al partido o sus delegados, la precampaña se enfoca más en ellos; en este caso, se realiza al interior del partido y su extensión y complejidad corresponden a su padrón de afiliados. En ambos casos la precampaña se enfoca en un rango menor del electorado: los militantes o los identificados con el partido.
Las precampañas abiertas tienen la ventaja de que constituyen un avance hacia la victoria, en la medida que comienzan la persuasión a favor de un partido y de un candidato desde antes de que se inicie la campaña, sus desventajas
son sus altos costos, el hecho de que la decisión se comparte con personas ajenas a los afiliados y la posibilidad de que el electorado considere cumplido su deber ciudadano sólo con su voto en las primarias.
Las precampañas son similares a las campañas no partidistas, en las cuales no existe una identificación de partido que sirva de guía al voto, ya que se dan dentro del mismo partido. Su mensaje debe ser atractivo para quienes apoyan al partido, sin enajenarse al resto del electorado.
Las precampañas tienen los mismos rasgos que las campañas, y su planeación y manejo pueden seguir lineamientos similares, pero generalmente son más breves, se inician con el anuncio de la postulación como precandidato, continúan con el registro de la precandidatura y el proselitismo, y también pueden culminar con un cierre. La diferencia principal radica sobre todo, en que todos sus actos deben considerar la posibilidad de conciliación entre los precandidatos en competencia, una vez decidido quien representará al partido en la elección general. Se trata de una guerra fratricida, en la cual los adversarios tienen que reconciliarse; esto determina que la competencia deba realizarse en las mayores condiciones de limpieza, equidad y respeto mutuo, y que el uso de acciones negativas tenga que limitarse para no causar daños irreparables al opositor y aun al propio partido. Por eso, la mayoría de las precampañas no son reñidas.
El riesgo de las precampañas es siempre que la lucha preelectoral desgarre al partido y lo divida en facciones, y que una vez efectuada la elección primaria, los perdedores no se sumen al vencedor o no colaboren con la campaña que tendrá que emprenderse; o que en el peor de los casos, los grupos perdedores deserten del partido e incluso lleguen a incorporarse a las filas enemigas, en un momento en que se requiere toda la fuerza y unidad del partido.
Otro peligro es emplear un mensaje que si bien sea muy atractivo para los miembros del partido del precandidato, provoque el rechazo de los grupos del electorado cuyo voto es necesario para ganar en la elección general.
Otro riesgo es que los contendientes se digan tales cosas entre sí por los medios de comunicación masiva, que sea cual sea quien resulte triunfador, difícilmente pueda controlar y reparar el daño infringido por sus oponentes, de modo que llegue muy debilitado a la campaña general y por lo tanto, con grandes probabilidades de derrota.
En México, las precampañas son un actividad política reciente, sobre todo las que corresponden a elecciones primarias abiertas que involucran al electorado en su conjunto. En consecuencia, existe la demanda de que se sujeten a regulación en cuanto a su financiamiento, duración, gasto, etc. de manera similar a lo que se establece en el COFIPE para las campañas. Sin embargo, el problema es complejo porque por un lado, son muchos los aspectos a considerar si se busca un control eficaz, además de que tradicionalmente han sido los partidos quienes han decidido sus normas y procedimientos para la selección de sus candidatos y en principio a ellos correspondería regular sus precampañas y establecer las sanciones para los infractores; por otra parte, no contar con normas generales de observancia obligatoria para todos los partidos podría favorecer a aquellos más ricos y aumentar la tendencia a nominar candidatos sólo de las clases altas o apoyados por los grupos más poderosos. |
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