Es una cultura política caracterizada por: a) la aceptación de la autoridad del Estado por la mayoría de los ciudadanos, y b) una creencia general en la participación como uno de los deberes cívicos.
El modelo de cultura cívica trató de responder al problema de la estabilidad política de las democracias occidentales y postuló que un sistema en el que los ciudadanos estuvieran informados acerca de las cuestiones políticas, e involucrados en el proceso político, no podría sostener por sí mismo un gobierno democrático estable, sin una cultura cívica. La cultura cívica fue concebida como una cultura política de lealtad, en la que la participación política es una mezcla de pasividad, confianza y adhesión a la autoridad. La tradición y el compromiso con los valores parroquiales fueron considerados un medio de equilibrio entre el involucramiento y la racionalidad.
Edward Shils acuñó el término cultura cívica, como el resultado de la reconciliación de la cultura científica y racionalista de la modernización y el humanismo tradicional El concepto fue desarrollado sistemáticamente por Gabriel Almond y Sidney Verba en su influyente libro de 1963, La Cultura Cívica, y reelaborado en La Cultura Cívica Revisada (1980). El libro estudia en cinco países las actitudes y valores cívicos considerados como la base de un sistema político democrático.
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