Se refiere a la cuestión acerca de la "moralidad" de los candidatos divorciados o de su inestabilidad emocional ya sea por no haber escogido bien a su primera pareja o dejarla después por otra. Escándalos políticos notables fueron los casamientos de Andrew Jackson, Presidente de Estados Unidos y del Rey de Inglaterra Eduardo VIII con mujeres divorciadas, este último tuvo que abdicar para poder casarse.
En Estados Unidos, el primer candidato presidencial divorciado fue James Cox en 1920, pero se sospecha de que hubo un acuerdo entre los partidos para no mencionarlo, a cambio de tampoco sacar a relucir a la amante de Harding, el otro candidato, quien finalmente ganó la elección. A partir de entonces han existido candidatos divorciados, porque parece ser que lo que causa más crítica es el hecho de volverse a casar y hacer naufragar el hogar y abandonar a los hijos del anterior matrimonio. Rockefeller, divorciado y vuelto a casar con otra divorciada, cuando nació un hijo de ambos siendo él candidato, fue golpeado con el slogan "Elige a un líder, no a un amante".
En México, hasta 1994, ningún candidato a Presidente de la República fue divorciado y todos se habían esforzado por aparentar una buena vida familiar, aunque algunos de ellos se divorciaron al término del mandato. En la elección de 2000, de los tres candidatos con posibilidades de triunfo, dos eran divorciados, uno de ellos casado en segundas nupcias (Labastida), y sólo Cárdenas trató de hacer gala de una vida matrimonial feliz y de varias décadas. Una encuesta realizada por el equipo de campaña de Fox encontró que el 63% de los entrevistados no cambiaría su imagen del mismo si contrajera matrimonio antes de ser presidente, para el 26% mejoraría, para el 4% empeoraría y el 7% no sabía o no contestó. En el primer aniversario de su triunfo electoral, el 2 de julio de 2001, el presidente Fox contrajo matrimonio con Martha Sahagún, responsable de la comunicación durante su campaña.
En general, la cuestión del divorcio parece disminuir en la medida que la sociedad se torna más liberal, aunque siempre existirán grupos de electores para quienes un candidato divorciado no reúne las cualidades morales y de madurez deseables en un gobernante. En todo caso, el problema para un candidato divorciado es qué tan importante es el apoyo de esos grupos para ganar la elección.
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