Es lo que lo candidatos dicen que harán si son elegidos y de lo que culpan a sus opositores de no haber cumplido. Los partidos y candidatos de oposición tienden a exagerar sus promesas cuando tienen posibilidades escasas de asumir el poder; por el contrario, quienes detentan el poder, con frecuencia se muestran más cautos porque saben que los excesos en el prometer, a mediano y largo plazo, tendrán consecuencias negativas en su imagen y credibilidad.
A menudo sólo existe una relación tenue entre lo prometido y lo cumplido, pero la mayoría de los ciudadanos son lo bastante astutos para no creer muchas de estas promesas, pues la mayoría de ellas no son tomadas literalmente como un compromiso. Esto ha sido una realidad desde tiempos remotos de Quinto Tulio Cicerón quien advertía a quienes buscaban un cargo público en la antigua Roma: "Siendo la naturaleza humana como es, todos los hombres prefieren una promesa falsa a una negativa absoluta. Lo peor es que el hombre al que le has mentido puede enfurecerse. Si haces una promesa, el riesgo es incierto, a mediano o largo plazo y con pocos efectos. Pero si das una negativa puedes estar seguro de que ofenderás a muchos y al mismo tiempo".
A principios de siglo, el financiero norteamericano Bernard Baruch aconsejaba: "vote por el hombre que promete menos; él será el que lo desengañará menos ". Hoy en igual sentido opina el periodista David Wise: "Las promesas de campaña se hicieron para romperse. Los votantes quieren oír que les bajarán la luna y las estrellas y los políticos saben que tienen que hacer promesas para ganar la elección. Así que es una especie de juego de contradicciones mutuas, aunque nunca ninguna de las dos partes admitirá eso ".
Sin embargo, las promesas de campaña cuentan: la legitimidad de la democracia descansa, en parte, en el supuesto de que los ciudadanos conforman la acción del gobierno y en que diferencian a los candidatos que eligen por los propósitos que manifiestan. Estos propósitos son considerados promesas. Señala Hall Jamieson: "desechar las promesas de campaña, hace que los ciudadanos subestimen su propia influencia en las políticas gubernamentales y decaiga la importancia de su papel como votantes en las elecciones"; la retórica de la campaña, en los candidatos triunfadores crea compromisos que persisten después de la elección, estos compromisos pueden ayudar a establecer el mandato popular, si bien limitan las opciones que pueden presentarse a un nuevo gobernante.
Por eso es frecuente que durante sus campañas los candidatos eviten hacer planteamientos concretos de política para no contraer grandes compromisos difíciles de cumplir y con el propósito de no provocar el rechazo de electores que no estén de acuerdo con los mismos. Así, recurren más a señalar las fallas del gobierno si son de oposición, o bien a resaltar sus logros si detentan el poder. Saben que muchos electores votan retroactivamente, es decir, premian o castigan la labor realizada al frente del gobierno y que si bien pueden no ser muchos quienes deciden su voto sólo con base en sus ofrecimientos, estos pocos pueden formar un grupo de gran valor estratégico para su triunfo.
En el caso de los candidatos retadores, el problema es elevar las expectativas de cambio lo suficiente para obtener una victoria holgada, pero no al grado de que por su desmesura sea imposible cumplirlas; y ya en el gobierno, reducir esas expectativas a lo factible sin que el elector se sienta defraudado, retire su apoyo y eventualmente cambie su voto en las siguientes elecciones.
Generalmente, hay algún suceso identificable que determina el porqué los candidatos ya en sus cargos no cumplen las promesas de campaña: lo intentan y fracasan, las circunstancias cambian, se enfrentan a un congreso mayoritariamente de oposición, o se enteran de algo que no sabían. Rara vez los políticos se benefician, por lo menos en lo inmediato, con un cambio de opinión. Como norma de supervivencia, los políticos prefieren mantener sus compromisos. Por su parte, la gente no espera que los cumpla todos plena y rápidamente, pero si los más importantes; asimismo, juzga el desempeño eficaz o deficiente del puesto; es este desempeño el que hace que los electores se olviden de las promesas incumplidas en el primer caso, o reclamen su cumplimiento en el segundo.
De cualquier manera, siempre las promesas incumplidas serán objeto de la crítica de la prensa, que tiende a enfocarse más en las incumplidas que en las cumplidas, cuando un partido o un candidato vuelve a competir por un puesto de elección popular.
Además, una estrategia de campaña negativa fundamental y permanente de los partidos y candidatos de oposición es comparar lo prometido en la campaña contra los actos de los gobiernos, de modo que resulte el balance más desfavorable que anime a los electores a cambiar su voto en la siguiente elección.
En Estados Unidos, según Fishel (Presidents and Promises) los siguientes presidentes cumplieron sus promesas de campaña en las siguientes proporciones: Kennedy 67%, Johnson 63%, Nixon 60%, Carter 65% y Reagan 53%. Clinton (69%) fue más allá en materia económica: equilibró el presupuesto, creo empleos, bajó la inflación y disminuyó el desempleo; aunque en otros temas no cumplió o no cumplió plenamente sus promesas, como en lo que se refiere a salud.
En México, durante las elecciones del 2000, el candidato presidencial Fox hizo muchas promesas en su afán de derrotar al PRI, entonces el partido en el gobierno. Prometió, por ejemplo, lograr la paz en Chiapas "en quince minutos"; no aumentar los impuestos; un crecimiento económico de 7%; crear un millón de nuevos empleos anuales y abatir la pobreza; además de revisar el rescate bancario y "limpiar la casa" de "alimañas, tepocatas y víboras prietas", es decir, "cero tolerancia a la corrupción" y a la impunidad. Esas promesas desmesuradas fueron una de las herramientas que lo condujeron al triunfo en las urnas..
Antes de asumir el cargo, Fox declaró que si no cumplía con los compromisos que hizo en campaña, su gobierno sería "el más odiado y más detestado como ningún otro...no nos van a perdonar si fallamos porque nos han dado la más grande oportunidad, en casi un siglo, de cambiar el destino del país"...
A un año de estar en el gobierno y ante la falta de logros que minaba su apoyo popular, Fox respondió en la "Cumbre Iberoamericana" celebrada en Perú en el 2001, cuando sus homólogos sudamericanos le preguntaron sobre los riesgos de utilizar una sobreoferta de campaña, que si no hubiera prometido lo que prometió, no habría sacado al PRI del gobierno. En vísperas de la campaña presidencial del 2006, confiado en que la gente había olvidado su actuar como candidato, ¡Fox recomendó a los electores no dejarse arrastrar por los políticos que hacen grandes promesas! en alusión al candidato del PRD.
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