Es presentar a un candidato de modo que se perciba diferente y mejor que sus oponentes a los ojos de los grupos blanco a los que se dirige la campaña. Se refiere a la manera en que la campaña trata de que los electores piensen del candidato y de sus opositores. Se trata de crear, cambiar o reforzar una identidad positiva y única para el candidato, capaz de atraer a aquel grupo. Es la estrategia esencial que da orientación a la campaña. El mensaje y la imagen del candidato son los instrumentos principales del posicionamiento.
Debido a la indiferencia e información política limitada que caracterizan a buena parte del electorado, así como al hecho de que el votante sólo puede escoger entre los candidatos registrados, el posicionamiento es de gran importancia.
El posicionamiento requiere del conocimiento de las motivaciones y necesidades del electorado, de las propuestas, cualidades y debilidades de los candidatos en competencia, de la coyuntura política, etc. para que efectivamente defina a un candidato como único, mejor e insustituible para satisfacer las aspiraciones de los grupos seleccionados como blanco. En consecuencia, se trata de encontrar la ventaja competitiva sostenible del candidato con base en su ideología, partido, cualidades y defectos personales, posiciones respecto a cuestiones políticas, etc. En suma: quién es el candidato, qué pretende y por qué es el mejor en relación a los
demás. Lógicamente estos argumentos deben ser creíbles, válidos y motivadores para aquellos grupos blanco.
El término proviene de la mercadotecnia y de la publicidad, en las cuales alude a la "proposición única de venta" que debe caracterizar un producto y diferenciarlo de los demás. Se basa en la teoría de que en la mente del consumidor existe una especie de mapa perceptual (o de escalas mentales según Ries y Trout) en el que se ubican los mismos productos de diferentes marcas unos respecto a otros, pues no pueden ocupar el mismo espacio, en relación a sus similitudes o diferencias.
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