La acepción política de este término implica que una persona o jefe conductor de un Estado, partido o grupo político, decide en función de su voluntad, sin considerar a los miembros de su comunidad o grupo; estas decisiones son determinaciones individuales carentes de principios ideológicos que incluso pueden estar por encima de las normas jurídicas y no obstante convertirse en la ley suprema.
El poder del caudillo es extremadamente represivo, apresa a sus enemigos políticos, los mata o los obliga al exilio y confisca sus propiedades. La obediencia al caudillo se debe a su carisma y a la amenaza del castigo: Aunque las clases populares hayan participado en las luchas del caudillo, éste nunca es el representante ni el defensor de sus intereses. El caudillo para conservar su poder hace uso además, de una amplia red de relaciones y recursos económicos considerables.
Este sistema de gobierno conduce a la autocracia y se le ha considerado sinónimo de los sistemas políticos controlados por los militares.
A la época posterior a las guerras de independencia en hispanoamérica se le conoce como la era de los caudillos, pero aún hasta mediados del presente siglo permaneció en algunos países de latinoamérica, la figura del caudillo.
El término tiene una connotación peyorativa, en especial en Iberoamérica, pero el caudillo en sus orígenes era un líder que contaba con el apoyo de fuerzas militares
no regulares y cumplía una función integradora en las épocas en que se debilitaba la autoridad.
El origen del caudillismo se encuentra en el último período de la época virreinal en América, cuando Carlos III motivado por el progresivo debilitamiento del gobierno español ordenó la creación de una milicia colonial formada por criollos ( hijos de españoles nacidos en la Nueva España ) quienes representaban a la corona española.
Estos militares criollos, gozaban de los mismos privilegios que los oficiales españoles, incluido el fuero militar, pese a pertenecer a una clase social inferior . Algunos de estos militares criollos se convirtieron en caudillos, que en su momento, lucharon por la independencia de sus países de origen y ostentaron el poder por largo tiempo; otros crearon o representaron ciertas corrientes de pensamiento.
Debido a su conformismo social y económico y su política tradicionalista se convirtieron en instrumentos de los terratenientes; sin embargo, pocos caudillos tuvieron la habilidad para sostenerse en el poder ya que fácilmente se transformaban en dictadores.
El nombre de caudillo se utiliza para denominar a cualquier líder carismático o a quien por abuso, se perpetua en el poder.
Al parecer no hay un consenso respecto a si la presencia de caudillos fue benéfica o perjudicial, muchos caudillos lograron cierto grado de integración nacional o poner orden después de un movimiento de independencia, pero otros los consideran tan nefastos como los regímenes militares.
En todo caso se percibe al caudillismo como producto del subdesarrollo político, cuando los pueblos jóvenes después de la destrucción de los gobiernos coloniales sufrieron la anarquía y disgregación y requerían de un hombre fuerte que pusiera orden.
Para Arnaldo Córdoba (La Formación del Poder Político en México) la muerte del caudillismo en México está asociada a la conversión de los jefes militares en empresarios, la participación y final encuadramiento de las masas populares en el partido oficial, así como la intensificación de la reforma agraria.
Se dice que el caudillismo es una etapa en el desarrollo político de las naciones o un síntoma de enfermedad social en los países políticamente evolucionados. En el siglo XX, el dictador Francisco Franco, que ahogó con sangre a la República Española, fue constantemente denominado caudillo por la propaganda oficial.
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