Benjamín Disraelí nació en Londres el 21-12-1804 y falleció también en Londres en 1881. Se educó en escuelas privadas y desde su juventud ya destacó como escritor. Para zanjar las deudas que había contraído especulando en el mercado financiero, se dedicó a escribir novelas. En 1826 publica su obra prima: Vivian Grey. El éxito de esta novela le anima a seguir en este oficio y publica otras obras de corte romántico. En esta época emprende una serie de viajes por la zona oriental del Mediterráneo que le llevarían a España, los Balcanes y Turquía. Cuando vuelve Inglaterra inicia su carrera política presentando su candidatura al parlamento en cuatro ocasiones seguidas.
La primera vez apoya al partido radical, mientras que en las siguientes candidaturas muestra su cariz más conservador al defender a los Tory. Aunque en ningún momento resultó elegido, logró cierta repercusión social gracias a la publicación de cartas y otros escritos donde evidenciaba sus tendencias conservadoras. Tras las elecciones de 1837 gana un escaño en la Cámara de los Comunes. Su defensa de los obreros y los puntos básicos de su doctrina, resumidos en sus novelas Coningsby de 1844 y Sybil de 1845, determinaron una vez más su notoriedad entre el público, ejerciendo gran influencia sobre aquellos que se oponían al extremismo conservador de Robert Peel. Su apoyo al partido liberal se repitió en otras ocasiones. Con Edwar Geoffrey Stanley ocupó la cartera de Hacienda en 1852. Disraeli encabezó el Ministerio de Hacienda durante el gobierno de Stanley en 1858-1859 y entre 1866-1868. Siendo jefe del Partido Conservador en la Cámara de los Comunes logró que aprobara la Ley de Reforma. Desempeñó el cargo de primer ministro británico en 1867, tras la dimisión de Derby, pero en 1868 pasó a la oposición al subir Gladstone al poder. En 1874 gana las elecciones y ocupa de nuevo el cargo de primer ministro hasta 1880. En este tiempo sus directrices políticas estuvieron marcadas por importantes eventos. Participó activamente en la construcción del Canal de Suez y se distinguió por ser un defensor de la política imperial. De la reina Victoria recibió el nombramiento de conde Beaconsfield. De sus obras cabe destacar: Vindicación de la Constitución británica de 1835, El joven duque y Henrietta Temple.
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