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CLIENTELISMO
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'Es un conjunto de relaciones informales entre patrones y clientes en el cual los patrones disfrutan de alto status, riqueza e influencia, y dispensan patrocinio en la forma de protección, acceso a los beneficios proporcionados por el partido o el Estado, recompensas materiales, trabajo o prestigio a sus clientes a cambio de apoyo político. Es un intercambio entre actores desiguales en poder y status basado en el principio de la reciprocidad. Su esencia es el uso de los poderes del Estado para beneficio privado: los jefes son jefes sólo porque utilizan o violan las leyes y los procedimientos para premiar a sus seguidores y a sí mismos, la corrupción es el cemento que hace funcionar al clientelismo.
El vocablo se deriva de la palabra cliente, que significa persona bajo la protección de otra o que acostumbra utilizar sus servicios. El conjunto de clientes es la clientela, de modo que las clientelas electorales son los grupos que respaldan a un político con votos, presencia en actos del partido, proselitismo y propaganda, a cambio de obras, servicios o favores que les otorga aprovechando su posición en el gobierno o en el partido, dentro de una circunscripción electoral.
El clientelismo es un sistema autoreforzante porque induce a expandir la red de amigos, parientes y compadres bien colocados y de patrones para maximizar las oportunidades, mantener la seguridad económica y defender los intereses personales.
Es característico de las sociedades rurales, en donde los terratenientes ejercen gran influencia, así como de comunidades cuyos vínculos sociales se han debilitado o disuelto y no hay posibilidad de asegurar una tutela eficaz de sus miembros, como el clientelismo urbano practicado con inmigrantes de las zonas rurales.
Debido a que las recompensas frecuentemente violan las leyes, especialmente las electorales, el clientelismo es considerado antidemocrático porque de algún modo niega una apropiada participación democrática y porque donde priva, la oposición es asfixiada por el monopolio del control del patrocinio por el partido en el gobierno. Según Pablo González Casanova: "Las políticas clientelistas y corporativas son excluyentes, benefician a los amigos, familiares y cercanos al poderoso. Los políticos clientelistas constituyen grupos de presión que buscan todo para sí y nada para los demás, lo cual acaba con cualquier proyecto democrático. Los gremios no sólo luchan por obtener más, sino por impedir que otros lo tengan." Además, el clientelismo es ineficiente porque enfatiza la distribución más que la producción y por lo tanto, el parasitismo en la economía productiva, estimula el conflicto entre los grupos beneficiarios y excluidos, y lleva al cinismo. La frágil estabilidad política que produce depende más de comprar el apoyo de los grupos clave que de establecer las bases de una sólida legitimidad.
Por eso, el clientelismo es propio de los sistemas cuasidemocráticos, de los cuales es una estructura primaria que influye en la sociedad en su conjunto, como un feudalismo irregular e informal que corre de la cúspide a la base, que no se limita a los aspectos electorales y que descansa en la desigualdad y en la necesidad de ayuda material. La moneda del clientelismo es la influencia con el Estado y su administración para comerciar, trocar o pagar como sea necesario.
El clientelismo convierte a los partidos más en "agencias de ambiciones" que en representantes del pueblo; hace que se basen más en el patrocinio que en sus programas; que mantengan el control de unos pocos sobre la ciudadanía mediante incentivos provenientes del Estado y la represión para eliminar la disidencia; que aunque tengan una orientación popular, sus dirigentes provengan de las clases superiores y rara vez amenacen el status quo; y que reduzcan su autonomía del gobierno sin aumentar su fuerza efectiva.
El clientelismo se originó en la antigua Roma, en la cual existían patrones (patronus), personas ricas y de alto rango social, y clientes (cliens), gente libre que los patrones protegían y ayudaban con tierra o ganado a cambio de obediencia y sumisión; estas relaciones se trasladaron a la política en la forma de clientela o sea un conjunto de plebeyos que daban su voto a un político a cambio de su protección.
Durante la edad media, la relación entre los señores feudales y los vasallos fue también de carácter clientelar. Con el sufragio restringido, el clientelismo se volvió a dar cuando al notable le estaba reservada de hecho o de derecho una relación privilegiada con el poder político, siempre distante y hostil al pueblo. Hoy, el clientelismo es una relación de fidelidad y gratitud mediante la cual grupos políticamente cautivos, apoyan a partidos y políticos por las obras o los favores que les otorgan u ofrecen. Es una relación que se inicia voluntariamente y mantiene por la conveniencia recíproca y mediante las formas tradicionales de autoridad y de coerción.
Para algunos, el clientelismo fue una etapa necesaria al desarrollo del Estado moderno centralizado. Es un fenómeno que abarca alineamientos políticos que cruzan la división entre las clases sociales, que engendra la personalización del poder (compadrazgo), pues la liga patrón - cliente se expresa en términos de obligaciones personales, y que permite sobrevivir al Estado cuando promueve el interés de una clase minoritaria y a través del clientelismo los miembros de esa clase dominante pueden conservar su posición.
En América Latina, el clientelismo invade el mundo del gobierno, la política, los negocios, la agricultura, el comercio. Aparentemente las relaciones son entre iguales, pero en sociedades en donde la riqueza, el poder y la propiedad están concentradas en unos cuantos y existe exceso de mano de obra, los patrones juegan un papel dominante. Además, por el pasado colonial, el clientelismo está enraizado en una cultura política generada a partir de la conquista, la encomienda, la hacienda y el autoritarismo. Los bienes distribuidos mediante el clientelismo son muy diversos: desde inocentes distinciones sociales e invitaciones a giras a costa del erario público, información privilegiada y puestos a personas no calificadas, hasta jugosos contratos, regalos, exenciones, concesiones, licencias, subvenciones, cancelación de pasivos y robo franco a las arcas públicas.
En México, durante las elecciones del 2000, varios partidos de oposición denunciaron como clientelismo la operación de algunos de los programas sociales del gobierno federal, como el PROGRESA, dirigido a los grupos de la población en pobreza extrema. |
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