Es la clase de trabajadores dependientes, que se ocupan en operaciones manuales o con un contenido manual importante, para la producción de bienes materiales, y que por no poseer medios de producción propios ni de otra índole para mantenerse (ahorros, rentas, tierras), venden su propia fuerza de trabajo para vivir, como si fuera una mercancía, a empresarios o patrones, a cambio de un salario, de acuerdo con un contrato o convenio individual o colectivo. Ese contrato en general, obliga a los obreros a cumplir con las operaciones que se les encomiendan en forma subordinada, sin ningún derecho a participar en la concepción y programación del trabajo mismo, en el uso de los medios de producción previsto por el patrón o empresario, y en general, en las modalidades de empleo de su propia fuerza de trabajo, salvo los límites señalados por cláusulas contractuales en cuanto a la duración cotidiana, semanal y mensual del trabajo, a la movilidad de los obreros de un puesto a otro y a ciertas condiciones generales del trabajo en la fábrica.
Para algunos, el término denota un grupo de status, más weberianoque marxista. Para Marx, la clase obrera comprendía sólo trabajadores manuales e intelectuales productivos, es decir, aquellos cuya actividad está directa y totalmente ligada a la producción.
La aparición del concepto se ubica en la Revolución Francesa. Históricamente, la clase obrera tuvo su origen en la industrialización capitalista de los siglos XVIII y XIX, a partir de Inglaterra. En ella, los obreros no tenían derecho a ninguna forma de asistencia para obtener su alimento, vestido y alojamiento, salvo lo que pudieran adquirir con su salario. En contraste con los esclavos de la antigüedad, del artesano de la edad media, o de los campesinos que laboraban propiedades nobiliarias o eclesiásticas, los obreros carecían de toda garantía. Fueron reclutados entre quienes antes habían perdido, junto con sus medios de producción, también las "garantías" que las formas de solidaridad de las comunidades preindustriales ofrecían todavía, arrasados por la competencia de las primeras fábricas u obrajes si eran artesanos o por el desarrollo de las grandes propiedades y por el aumento de la productividad agrícola, si campesinos. La concentración urbana, impuesta por los transportes y por las técnicas productivas de la época, junto con el reconocimiento de la propia situación de radical inferioridad respecto de las clases medias favoreció los primeros movimientos asociativos y organizativos de la clase obrera.
La revolución industrial del siglo XIX, hizo entrar a la escena social, después política, a los obreros de la gran industria, sus derechos, sus reivindicaciones y sus luchas. Los obreros existen desde mucho tiempo atrás, y algunas formas de lucha obrera -por ejemplo la huelga- son muy antiguas, pero fue hasta la mitad del siglo XIX, cuando se impuso a la opinión pública la existencia de una categoría social: la clase obrera.
Lo que caracteriza a la clase obrera es su subordinación, su situación más desfavorable que la de cualquier otro trabajador y su ausencia de oficio, es decir, desarrolla labores que cualquiera puede aprender con facilidad. La clase obrera está expuesta más que ninguna otra a las vicisitudes internas del mercado del trabajo. Por eso, la inseguridad objetiva y subjetiva es la característica sobresaliente de la posición social de esta clase.
Escribía Sombart que no existe una cuestión obrera sino millares, pues la situación particular del trabajo varía conforma al sector productivo y empresarial, al nivel tecnológico, a la estructura de la organización, a la magnitud y características de la empresa, a la estructura del mercado de trabajo, el nivel de las retribuciones, etc. De igual modo, existe una composición muy diversa respecto a sus calificaciones laborales, origen de clase, etnia, nacionalidad, edad, sexo, escolaridad, etc.
Al respecto, señala Luciano Gallino que la asociación de situaciones y composiciones particulares hace que la estructura interna de la clase obrera sea diferenciada, con diferencias obvias de una sociedad a otra. Un aspecto de esa diferenciación es la estratificación social interna de la clase obrera, que contempla en la cúspide el estrato - nacional e internacional - formado por los obreros más calificados y mejor retribuidos, con una situación jurídica satisfactoria fuertemente sindicalizados, empleados en una gran empresa con tecnología avanzada en una sociedad "central"; y en el fondo, el estrato de los obreros, peones, mal retribuidos y carentes de cualquier garantía jurídica, no organizados en sindicatos, empleado en empresas y sectores tecnológicamente obsoletos, de una sociedad "periférica". Entre los dos extremos se encuentra toda una escala de estratos intermedios. Un efecto de esa diferenciación es la variedad de intereses a corto y largo plazo de los grupos y los estratos a que da origen. Esos intereses particulares influyen en distinta medida en todos los elementos componentes del conflicto industrial, así como todos los demás aspectos de la acción de clase.
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