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COMPORTAMIENTO ELECTORAL

Es el comportamiento individual o colectivo que observan los votantes a lo largo del proceso electoral y que culmina en el momento de la decisión a favor de un partido o candidato, o de la abstención, que también es una modalidad del comportamiento electoral. Puede variar de elección a elección.

Se caracteriza por su naturaleza institucional y convencional, pues está definido en tiempo y lugar por una serie de reglas establecidas y estandarizadas, es decir, los electores normalmente votan en la circunscripción de su domicilio y sólo lo hacen conforme lo marcan las leyes electorales.

Votar es para la mayoría de la gente la única forma de participación política, sin embargo, en todos los países esta participación es baja. El voto es un fenómeno reciente y característico de las democracias liberales capitalistas. Debido a que el sufragio es secreto no puede conocerse cómo se forman y expresan estas preferencias mediante el voto.

Los individuos que más votan son aquellos cuyos intereses están más fuertemente influenciados por las políticas gubernamentales, que tienen acceso a la información que trata de esos intereses, que se exponen a diversas presiones sociales para que sufraguen y que no se ven forzados por partidos diferentes para que voten a su favor. Estos individuos, generalmente, pertenecen a los estratos más altos de la sociedad y se encuentran entre los 25 y 55 años de edad. Algunas de sus características demográficas pueden ser predictivas de patrones de votación. (las etnias en EUA por ejemplo). Además, existen factores sociopsicológicos que afectan la conducta electoral de las personas, como la alienación, el cinismo, la eficacia política, la generación a que pertenece, etc., y a medida que ascienden en la escala social los individuos tienden al conservadurismo, como una expresión de su gratitud al sistema.

Básicamente, el elector tiene cinco opciones de comportamiento: abstenerse, votar correctamente, entregar la boleta en blanco, votar con error e invalidar intencionalmente la boleta con anotaciones o tachaduras que expresen rechazo. Las dos primeras han sido las más estudiadas dado que son las más frecuentes.

2El estudio del comportamiento electoral se ha desarrollado con base en dos unidades de análisis: a). un cierto conjunto de votos (características de un área y su relación con el voto) conforme a métodos estadísticos, demográficos y geográficos que consideran indicadores objetivos; o b). el individuo, para identificar las respuestas subjetivas a la realidad externa mediante entrevistas que indagan esta dimensión subjetiva. Ambos niveles objetivo (status socioeconómico, por ejemplo) y subjetivo (percepción del sujeto de su propio status socioeconómico, por ejemplo) no siempre coinciden.

El estudio del comportamiento electoral ha avanzado por el progreso de la estadística y de las encuestas; la extensión del voto universal a los pobres, a las mujeres y a los jóvenes, sucesivamente; la observación de que en todos los países el voto se distribuye conforme a patrones constantes; la no correspondencia entre la clase social y el sentido de la votación, por ejemplo, los votos emitidos a favor de los partidos obreros no corresponden al número de electores obreros que supuestamente debían votar por los mismos; y la hipótesis de que el sentido del voto es complejo, no está determinado por un factor único, sino por varios, como la ideología, la clase social, la influencia del grupo, la familia, etc.

¿Por qué vota el elector y como vota?

La primera tesis fue que el elector vota con base en su situación de clase y por un partido de clase, por lo que la clase trabajadora vota por la izquierda y los patrones por la derecha. Sin embargo, la noción de clase resultó ambigua y los trabajadores también prefirieron los partidos conservadores o interclasistas, e inclusive en algunos países no existen partidos de clase.

La segunda tesis ha sido que existe una pluralidad de factores que inciden en el proceso de la decisión electoral. Desde esta perspectiva se han desarrollado distintos enfoques:

a. El enfoque sociológico.

Los resultados electorales generan dos tipos de información: la votación efectiva o sea el nivel de participación y los votos a favor de cada uno de los candidatos, esto es, la distribución de las preferencias. Esta información se utiliza para tratar de deducir las relaciones existentes entre las características sociales de la división en que se efectuó la elección y el comportamiento de los electores individuales, por ejemplo, cómo votan los campesinos, las mujeres, los viejos, etc. La hipótesis es que las personas actúan políticamente como ellas son socialmente.

2El análisis utiliza generalmente métodos de agregación de datos: estadísticas, correlaciones, análisis factorial, regresión múltiple, etc. Las principales características que emplea son: la posición urbana o rural, la escolaridad, la marginación, la clase y el ingreso, la ocupación, el género, etc..

Este enfoque se originó en la Universidad de Columbia en 1944; considera que el comportamiento electoral es una conducta de grupo, es decir, que la pertenencia a diversos grupos es determinante en la decisión electoral individual. Las características socioeconómicas son importantes porque ubican a los individuos dentro de la estructura social y afectan su exposición a la información política; no se puede entender al elector como individuo divorciado de su lugar y de su tiempo. Supone que los partidos son apoyados por grupos sociales específicos y que los partidos estabilizan al electorado al incorporar a determinados grupos y darles una identidad. En consecuencia, los electores se enfocan en el partido o los partidos que históricamente han apoyado al grupo social al que ellos pertenecen, en vez de tratar de informarse de las cuestiones que se debaten en una campaña.

Respecto a los países pobres, postula que la modernización, que acarrea urbanización, estimula una ciudadanía más activa por la mayor exposición a los medios masivos, el aumento de los ingresos y la más alta escolaridad.

El problema de estudiar de esta manera el comportamiento electoral radica en que la información censal no satisface los requerimientos de una investigación profunda, por lo que los hallazgos resultan ambiguos y pueden ser falsamente interpretados si los resultados obtenidos en un área se generalizan a otra mayor (falacias ecológicas) o si se pretende que una relación entre números es en sí misma una explicación de la realidad (falacia estadística). Asimismo, se le critica su incapacidad para predecir cambios determinados por variables de corto plazo que en una elección muy competida determinan la victoria, así como para explicar el voto volátil y por qué en los países industrializados parece existir cada vez más, una menor correlación entre voto y características socioeconómicas.

A efecto de subsanar estas deficiencias, comenzaron a usarse las encuestas que abrieron la posibilidad de acceso directo a los electores para medir, mediante cuestionarios, la relación entre las características sociales y el comportamiento individual; también fue posible emplear una misma muestra para medir el cambio del comportamiento electoral a lo largo del tiempo.

Las encuestas parten del supuesto de que las elecciones son un medio de integrar preferencias individuales en decisiones colectivas, de modo que por medio de las encuestas, se vuelven a integrar el acto estudiado y el agente con todos sus atributos, los cuales fueron separados por el voto secreto. Pero la observación de los fenómenos políticos en el plano individual corre el riesgo de que no se llegue a captar la estructura de las relaciones sociales que condicionan, al menos en parte, la decisión de esos individuos. No obstante, así surgieron los otros dos enfoques: psicologista y racional.

b. El enfoque psicologista

2Concibe al voto como un acto eminentemente individual, motivado por percepciones y orientaciones personales y subjetivas. Originado en la Universidad de Michigan en 1948, considera que los valores y preferencias políticas de los individuos son resultado de un proceso de socialización que se da durante la niñez dentro de la familia y la escuela y que esos valores y preferencias perduran, con escasa variación, a lo largo de la vida adulta. Estima que la decisión de votar está determinada por múltiples factores de diferente peso, el más importante es la identificación partidaria, esto es, una liga afectiva con los partidos. Asume que la decisión de votar es básicamente afectiva, lo que se comprueba con la falta de conocimiento e información política del electorado, así como con su inconsistencia ideológica. La gente con partido pone más atención a las campañas, participa en ellas, vota y se interesa más por el resultado de las elecciones. Así, los partidos proveen un atajo a la decisión racional del voto.

Se le critica porque se ha encontrado evidencia empírica de que la identificación partidista no es estable, sino que fluctúa de acuerdo con variables de corto plazo (candidatos, situación económica, programas, etc.) Tampoco explica la volatilidad electoral, ni la existencia, cada vez mayor de electores independientes o las elecciones en países sin antecedentes democráticos, esto es, sin identificación partidaria.

Dentro de este mismo enfoque, Angus Campbell (The American Voter, 1960) propuso que la decisión de votar está determinada más por las actitudes y creencias políticas individuales, que por factores sociales; que las opiniones acerca de las propuestas y la evaluación de los candidatos son las influencias principales del comportamiento electoral y en ellas convergen orientaciones políticas a largo plazo y efectos a corto plazo de las cuestiones y las personalidades que se debaten en una campaña. Sin embargo, es discutible la habilidad de los votantes para tomar decisiones informadas frente a la amplia variedad de cuestiones que se plantean durante las elecciones. El problema es cómo los votantes simplifican su cálculo electoral y toman decisiones razonables.

Una variación de la aplicación de este enfoque ha sido el concepto de cultura política: en situación de monopartidismo, esta identificación partidaria se sustituye por la "cultura política". Para Almond y Verba, la cultura política puede ser parroquial (particularista y localista), súbdita (de sumisión) y ciudadana (de participación) respecto a la percepción que tienen los individuos de su interacción con el gobierno. La cultura política es importante en la medida que contenga valores de participación y haga del acto de votar una obligación moral, una virtud cívica o un deber ciudadano. La conclusión de que la cultura política estimula u obstaculiza el paso hacia al democracia, abrió el debate acerca de la posibilidad de que si el cambio de organizaciones e instituciones puede generar mayor participación democrática ciudadana, a pesar de que no existan cambios en las actitudes de los individuos.

c. El enfoque racional

Considera el voto como un acto individual que responde a las situaciones particulares en las que se emite, esto es, el voto no s2e explica por variables estructurales (enfoque sociológico) o por rasgos constantes o permanentes del elector (enfoque psicológico), sino por factores de corto plazo frente a los cuales el votante actúa y reacciona conforme a cierto resorte o activador. Que los electores son más racionales que lo que suponen los enfoques anteriores, de modo que toman sus decisiones de la evaluación que realizan de las propuestas y candidatos que compiten en cada campaña.

Sustentado por las teorías económicas de la democracia, (principalmente Downs en An Economic Theory of Democracy, 1957), considera que los individuos deciden racionalmente sus preferencias, de acuerdo con la información disponible y según las opciones que se le presentan; que puede identificar preferencias entre las opciones electorales y escoger de acuerdo con esas preferencias; que decide conforme a un cálculo de utilidad esperada, primero si vota o se abstiene de acuerdo con los costos y beneficios que estima, y segundo, si decide votar, vota por el partido o candidato que percibe más cercano a sus ideales y del que espera el mejor desempeño del cargo. Esto no implica que posea un conocimiento profundo ni que pueda calcular la probabilidad de triunfo de cada uno de ellos. Así, su voto es resultado de una evaluación prospectiva (futuros beneficios) o retrospectiva (lo que ha recibido).

Además, este enfoque asume que el elector dedica el menor esfuerzo para allegarse información necesaria para decidir su voto y que ésta la obtiene mediante el uso de fuentes indirectas y de bajo costo. En consecuencia, otorga mayor peso en la decisión electoral a los factores de corto plazo, como la crisis económica, el desempeño del gobierno, candidatos, propuestas, etc.

Dentro de este enfoque también se incluye la teoría del voto útil o estratégico, esto es, que el elector tiende a no querer desperdiciar su voto y decide por su segunda preferencia cuando percibe que la primera no ganará la elección.

Las críticas a este enfoque son: si el elector decidiera su voto sólo conforme a cálculos racionales de corto plazo y únicamente en función de su auto interés personal sería abstencionista, pues su voto aislado no decide el resultado de las elecciones ni será el beneficiario directo y único de la victoria electoral, de modo que no valdría la pena pagar los costos de recabar información, analizar opciones, calcular la decisión y acudir a las urnas. También ignora que cumplir con los deberes ciudadanos son un valor y un medio en sí mismo, al ciudadano le gusta votar o se siente mal si no lo hace; y que las preferencias electorales no son absolutas, son simplemente uno de los factores que los electores toman en cuenta cuando deciden votar. Además, resulta obvio que el elector vota con un propósito y que es racional al perseguirlo. Es cierto que los electores actúan de modo racional para lograr sus objetivos, pero más allá de este punto, pueden ser radicalmente diferentes los modelos de decisión que emplean.

d. Convergencia de los tres enfoques

Desde que se originaron estos tres enfoques la situación se ha transformado: en muchas democracias ha existido una gran movilidad social y geográfica que nubla las diferencias de clase, la fuerza de trabajo principal está ahora en los servicios, las ligas entre los individuos y sus grupos sociales se han debilitado, el acceso a la educación se ha ampliado, los medios masivos han adquirido una importancia inusitada que ha transformado la política, y la urbanización casi es total; asimismo, se han fortalecido los grupos de interés y surgido otros nuevos, han aparecido nuevas cuestiones que cruzan los clivajes históricos de las sociedades sobre los que se daba la competencia partidista y la relación entre los partidos y los grupos sociales se ha desdibujado.

Asimismo, el interés público es cada vez más heterogéneo como resultado de la pluralidad social. También los intereses y valores de los electores han cambiado; la clase, la religión, lo rural o lo urbano, la región, por ejemplo, parecen perder importancia en el comportamiento electoral, tanto como la identificación con un partido. Los electores tienden a enfocarse en cuestiones específicas inmediatas o de importancia personal y si requieren más información para basar su decisión de votar, generalmente la obtienen mediante poner atención sólo en las pocas cuestiones que les interesan (salud, educación, etc.) y mediante los atajos que les ofrecen sus familiares y amigos, su grupo de referencia y principalmente los medios masivos.

Por su parte, los partidos y candidatos se han hecho más receptivos a la opinión pública o al menos, a la opinión de los electores cuyo voto tratan de obtener.

En este contexto, hoy no puede pensarse en un modelo único. Los enfoques parecen convergir en nuevos modelos, de lo cual resulta una visión más realista del ciudadano. Diferentes grupos y subgrupos de una sociedad pueden basar sus decisiones de votar en diferentes criterios. Esta visión revisada del ciudadano, señala Carmines, "no sólo es más realista sino más política, organizada alrededor de una visión de los intereses y de la información que se localiza en las características, no sólo de los individuos, sino también de los grupos y del ambiente a los que ellos pertenecen."

Ciertamente, el comportamiento electoral, individual y agregado responde a multitud de factores sumamente volátiles, pero también otros factores actúan como una precondición del voto como la clase, la religión, la etnia, el status socioeconómico, el lugar de residencia, etc. y que son activados por otros factores políticos que los canalizan, como los partidos y los sindicatos. Así, parecen existir factores duros o estructurales y coyunturales. Si sólo actuaran los estructurales, el comportamiento sería predecible fácilmente y sólo cambiaría cuando se alteraran las estructuras.

Desde esta perspectiva, en un área poblada por una minoría étnica, por ejemplo, el voto será motivado por la etnia si la división étnica es percibida como el principal problema de la comunidad; desde luego, esta situación puede variar porque no siempre el elector percibirá el factor étnico como el más importante, ni los partidos lo reconocerán permanentemente como el más importante.

Asimismo, es posible que una vez que el elector haya votado por un partido, esta preferencia pueda perpetuarse como un hábito, aunque hayan desaparecido los factores que lo impulsaron a hacerlo inicialmente, de modo que llega a identificarse con ese partido y esta identificación puede actuar como el principal factor de decisión electoral de manera constante por encima de otros estímulos que se den durante la elección, y transmitirse a través de varias generaciones.

Hay también electores que fundamentan su voto con base en la personalidad de los candidatos, en las cualidades que auguran un buen desempeño del cargo, en sus imágenes y estilos personales, o simplemente en la atracción y simpatía que les despiertan.

En contraste, también existen electores sin identificación partidaria que se comportan más "racionalmente", que adaptan sus preferencias electorales a los temas de las campañas (que dividen a los electores en pro y en contra), y a la evaluación que hacen del desempeño del gobierno, y que a diferencia de los electores identificados con un partido, son fuente de volatilidad electoral. Es cierto también que algunos de estos electores que prefieren a un candidato sin posibilidades de ganar, votan por otro partido con mayores oportunidades para no "desperdiciar su voto".

Toda esta variedad de conductas corresponde a la diversidad y complejidad del electorado; en qué medida prevalezca alguna de ellas dependerá de la combinación de factores estructurales y coyunturales que concurran en una elección concreta.

En suma, existen factores de tipo más estable o permanente que dan lugar a alineamientos partidarios más o menos durables: ecológicos (urbanización, industrialización, nivel de desarrollo, etc.), demográficos (sexo, edad, estado civil, etc.), estructurales (clase, profesión, ocupación, ingreso, escolaridad, etc.), psicosociales (afiliación partidista, grupo de referencia, propaganda recibida, cultura política, etc.); así como factores coyunturales o de corto plazo (depresión-crecimiento, crisis política, imagen del gobierno, candidatos, campaña, etc.), que actúan en el momento de la elección junto con los factores de largo plazo y que tienden a modificar los alineamientos partidarios.

Todos estos factores pueden combinarse entre sí, con variaciones locales y nacionales y formar complejos circuitos de relaciones causales. Esto explica por qué individuos con características muy similares han sido movilizados por fuerzas políticas que difieren entre sí en cuanto a sus objetivos y métodos: por ejemplo, los campesinos italianos sureños que emigraron al norte de Italia fueron reclutados por los partidos socialistas, mientras los que emigraron a Estados Unidos fueron incorporados a las maquinarias electorales conservadoras; y al revés, por qué individuos completamente diferentes han sido reclutados por un mismo partido, como la base de los partidos conservadores, que con llamados patrióticos y étnicos integra en sus filas trabajadores y gente de clase media.

Particularmente en tiempos de cambio en el régimen partidario, en el sistema electoral o en las coordenadas básicas de la vida política, los elementos coyunturales desempeñan un papel más importante en la definición del comportamiento electoral, especialmente cuando existe un desprestigio generalizado de los partidos y de los políticos, concurrente con una gran penetración de los medios masivos en el electorado, como en la Italia de Berlusconi.

Finalmente, para algunos existe una tendencia, reforzada por la dependencia de los medios masivos para informarse, hacia la individualización del voto; los ciudadanos tienden a tomar sus propias decisiones electorales de manera ecléctica y egocéntrica, con base en sus preferencias políticas, en su juicio acerca del desempeño del gobierno o en las imágenes de los candidatos. Para los optimistas la individualización del voto revive, de alguna manera, el ideal del ciudadano independiente e informado de la teoría democrática clásica. Para los pesimistas, la individualización del voto conduce a una racionalidad muy estrecha y dañina para la democracia, pues abre la puerta a la demagogia y a los extremismos.

e. El comportamiento electoral en México.

2Algunos de los estudios realizados por extranjeros y nacionales han tratado de demostrar distintas hipótesis acerca del comportamiento de los electores mexicanos: entre ellas, a guisa de ejemplo, se describen algunas de ellas a continuación:

1. El desarrollo económico y cultural induce el desarrollo político manifestado como pluralidad y competencia políticas.

2. La urbanización y el desarrollo económico han transformado la cultura política, roto las redes corporativas que sustentaban al PRI, de modo que a mayor urbanización mayor declinación de sus votos. La población urbana tiende a votar más por la oposición, la rural por el PRI. El voto urbano tiene un peso específico mayor que el rural, que es resultado del control y de la fuerza del PRI.

3. La variable más importante de las bases de los partidos es el factor
rural-urbano (el voto verde), así como otras variables socioeconómicas como la marginación y el alfabetismo, por lo que el PRI se basa en la población rural, en los trabajadores por su cuenta, desempleados y analfabetas, a quienes controla mediante el clientelismo y el corporativismo, de modo que cuando éstos mecanismos fallan para atraer a la gente, como es el caso de las clases medias, las elecciones son más dinámicas.

4. Existe una minoría con cultura ciudadana y una gran mayoría con culturas parroquial y súbdita, lo que produce una crisis de identidad que retrasa el desarrollo y aliena a la población del gobierno, lo cual es consistente con las tendencias autoritarias existentes.

5. Hay una cultura política poco racional o irracional que se traduce en una participación tradicional, no discursiva, o en una participación discursiva pero acrítica que acepta y repite el credo oficial, en franca inconsistencia entre las críticas al gobierno y las preferencias políticas.

6. Los obstáculos a la democratización se encuentran en las instituciones electorales y políticas gubernamentales y no en la cultura política de los electores. De ahí que sea necesaria la reforma del Estado.

7. La experiencia migratoria crea cambios en la cultura política, hacia mayor democratización.

8. Los resultados de las políticas gubernamentales afectan el sentido del voto en relación directa con las necesidades de la gente, dependiendo de la magnitud de estas necesidades. Como la economía afecta las decisiones de los votantes, el gobierno la manipula para perpetuarse en el poder. Así, el acceso al PRONASOL promueve el voto priísta entre los pobres, por eso, se enfocó más en las zonas de mayor votación perredista y menos en las panistas, cuyas bases no son los pobres.

9. En cuanto las condiciones económicas (inflación, ingreso) empeoran, el voto se va a la izquierda con la esperanza de que mejoren; de esta manera, el electorado castiga o premia el desempeño del gobierno. El voto del PRI en 1994 dependió de la evaluación positiva de la economía. La gente que aprueba el desempeño presidencial vota por el PRI, aunque no se sabe si lo hace porque es del PRI y apoya al presidente. Si el elector no está satisfecho con el desempeño gubernamental, al votar considera las probabilidades de derrotar al PRI, como sucedió en las elecciones del 2000 en las cuales el voto retrospectivo y táctico fueron muy importantes.

10. Las variables de corto plazo serán cada vez más significativas debido a la mayor competencia electoral. En consecuencia, se ha investigado en qué momento se tomó la decisión de votar por un partido o candidato, y qué influencia tuvieron en esa decisión factores tales como la propaganda, las encuestas, los debates televisivos, la opinión de los medios, la campaña negativa, etc.

Todas estas hipótesis que han animado la investigación del comportamiento electoral han estado limitadas en su comprobación, por un lado, por las dificultades derivadas de la ausencia de datos confiables de varias elecciones que permitirían identificar mejor tendencias a largo plazo y por otro, por la novedad del fenómeno de la competencia electoral. Sin embargo, en la medida que los comicios se desarrollen dentro de la democracia, es de esperarse que los estudios electorales hagan posible que se conozca mejor al votante mexicano.