También conocido como pluripartidismo, es el sistema político en cuyos procesos participan competitivamente más de dos partidos por sí mismos o mediante coaliciones, sin que uno solo de ellos sea capaz de dominar la arena política, por lo que constantemente se ven obligados a hacer coaliciones para formar la mayoría.
El multipartidismo es típico de las democracias de la Europa continental y se diferencia del sistema bipartidista anglosajón. Una primera distinción entre el sistema multipartidista y el bipartidista es que en el multipartidismo, los partidos tienden a ser más doctrinarios y por su variedad de opciones, pueden reflejar mejor las preferencias personales de los electores, aunque con frecuencia no consiguen el apoyo de la mayoría, sino únicamente de sectores del electorado cuyas posiciones corresponden a la orientación de cada partido; de este modo, los partidos tienden a abarcar una amplia gama del espectro ideológico, a pesar de que sólo representan una porción reducida y distinta de la masa del electorado. Una segunda diferencia es que utiliza un sistema electoral de representación proporcional para elegir a sus legisladores, por lo que los escaños se asignan de acuerdo con la proporción de votos obtenidos por cada partido en una elección. Una tercera característica es que los partidos requieren constantemente de formar coaliciones para integrar la mayoría.
En un sistema multipartidista los partidos que compiten por los asientos legislativos pueden alcanzar la cifra de 5 ó 20 partidos, de ahí que, según el número de partidos que participen, el multipartidismo pueda dividirse en tripartidismo, cuatripartidismo y polipartidismo. De acuerdo con Sartori (Partidos y Sistemas de Partidos), existen dos tipos de multipartidismo, uno moderado y otro polarizado o extremo. A este último lo integran 6 o más partidos relevantes y generalmente está asociado a la existencia de partidos antisistema, a oposiciones bilaterales e irresponsables y a la tendencia de los votantes a abandonar a los partidos del centro e irse a los partidos localizados en los extremos del espectro político. La República de Weimar en la Alemania de la entreguerra, la Cuarta República Francesa y la Italia de la Posguerra son considerados casos clásicos de sistemas multipartidistas polarizados.
El multipartidismo tiene distintos orígenes: el fraccionamiento de las opiniones al interior de la sociedad; la falta de coincidencia entre varias categorías de oposiciones dualistas (comunistas- no comunistas, liberales-conservadores, etc), de manera que su entrecruzamiento produce una división de opciones que genera la multiplicación de partidos; la existencia de numerosas minorías nacionales o raciales; la diversidad religiosa y una marcada división de clases; la confusión ideológica; o la desorientación del electorado, entre las más importantes.
Así, la multiplicidad de motivos de discrepancia en una sociedad tiende a generar varios y a veces numerosos partidos políticos. Éstos son el resultado de la oposición asimétrica entre varios puntos de vista parcialmente contradictorios entre sí. Señala Borja que se puede enunciar "como regla general que los pueblos que tienen dentro de sí mayor número de motivos de oposición - históricos, étnicos, religiosos, culturales, sociales, económicos- tienden hacia el pluripartidismo, mientras que otros con menores fricciones internas se inclinan hacia el dualismo de partidos o incluso hacia el sistema de partido único, si acaso una dictadura acalla por la fuerza toda razón de discrepancia y obliga a los ciudadanos a considerar las cosas desde un solo punto de vista".
Por lo regular, el multipartidismo coexiste con la representación proporcional, aunque su asociación no ocurre siempre. En el caso de Irlanda y Alemania hay representación proporcional pero relativamente pocos partidos. Los "clivajes" o fracturas políticas existentes en una sociedad son más determinantes del multipartidismo que el sistema electoral utilizado.
Desde el siglo pasado, en Europa surgieron partidos políticos organizados que giraron en torno a la lucha entre conservadores y liberales. Así surgió el bipartidismo clásico. A fines de ese siglo los partidos liberales se escindieron en dos alas: la liberal y la radical. De éste último, nació en varios países el movimiento radical europeo que se formó con partidos autónomos que escaparon al tradicional bipartidismo conservador-liberal.
A principios del siglo, el multipartidismo europeo vivió su primera etapa encarnada en el tripartidismo que se nutrió con la participación de los partidos socialistas y comunistas. Más tarde, los partidos socialistas se dividieron en marxistas, revisionistas, reformistas, socialdemócratas, socialistas democráticos y laboristas, con esto el multipartidismo se diversificó.
En América Latina, el sistema multipartidista surgió en siglo XIX por el fracaso de los partidos liberales y conservadores en integrar a las clase bajas en la política nacional. La adopción de sistemas de representación proporcional y la expansión del sufragio universal aceleró su desarrollo y aun en países en donde predominó el bipartidismo se desarrollaron facciones al interior de los dos partidos.
La fortaleza del multipartidismo es que promueve mejor la representación de los diferentes intereses que existen dentro de un sistema político, pero a su vez, es su debilidad porque genera el riesgo de que puede provocar la atomización de la sociedad por cuestiones ideológicas, lo que se expresaría en una exacerbada e intransigente discrepancia entre las distintas posiciones. De modo que cuando un partido no alcanza la mayoría de los puestos de representación tiene que recurrir a la coalición, la cual puede plantear problemas de estabilidad para el funcionamiento del gobierno debido a las diferencias ideológicas de los partidos que lo componen, como fue el caso de la Cuarta República Francesa, en la que de 1946 a 1958, se sucedieron veinte gobiernos de coalición.
En México, formalmente ha existido el multipartidismo desde los años treinta, pero en la práctica el sistema de partidos era no competitivo, dado el papel preponderante del PRI. Paulatinamente, esta situación comenzó a cambiar en los sesenta con el establecimiento de "diputados de partidos" y de un sistema mixto de mayoría y de representación proporcional. Esta tendencia se ha ido fortaleciendo a través de diferentes reformas electorales y mediante la creación de senadores plurinominales; pero sobre todo fue a partir de 1988, cuando realmente el régimen de partidos pudo considerarse multipartidista.
Actualmente se está fortaleciendo el multipartidismo mexicano con el crecimiento de la fuerza de los partidos de oposición, que por primera vez, han ganado varias gubernaturas y la mayoría de los asientos de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
El arribo al multipartidismo real ha obligado a replantear muchas de las bases y prácticas del sistema político mexicano, como el papel del Ejecutivo, la relación entre los poderes, la neutralidad y profesionalización de la burocracia gubernamental, el nombramiento de los altos funcionarios, la relación del partido en el poder con el gobierno, el uso político de los recursos públicos, etc. Son tiempos de búsqueda. El reto de México es construir un sistema democrático y un régimen de partidos fuertes y representativos en una sociedad cuya desigualdad extrema propicia la manipulación, el abuso y la corrupción.
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