La violencia es un acto de fuerza, intimidación o amenaza, cuya finalidad es dominar a una persona o grupo, sus actos o sus propiedades en contra de su voluntad y en beneficio principal de quien la comete. El objetivo principal de la violencia política es destruir a los adversarios o ponerlos en la imposibilidad física de actuar con eficacia. Se ejerce cuando se cree que el poder está concentrado en un individuo y este poder depende más de sus dotes personales que del cargo o papel que desempeña; por eso los atentados son más frecuentes contra jefes carismáticos. Otras veces, se comete la violencia para doblegar la resistencia y la voluntad del contrario, como es el caso de la tortura o del terror gubernamental, de los tumultos o del terrorismo. También puede tener una función simbólica para desenmascarar y dramatizar una situación, a la vez que atraer la atención pública acerca de ella, como los secuestros que realizan los grupos rebeldes.
Inicialmente la violencia política comprendía las formas de oposición al gobierno que rompían el orden público como el asesinato, los motines, la destrucción de la propiedad, el terrorismo, la rebelión, la guerra civil, etc. A la cual se denominó "violencia civil". Después se extendió a los actos de represión gubernamental en contra de sus propios ciudadanos, la masacre, la tortura, el genocidio, lo que se denominaba "violencia de estado". Actualmente, se incluye también la "violencia estructural", resultado de las carencias económicas y la injusticia social, cuyo propósito es mantener a grupos e individuos dentro de los ordenamientos estructurales vigentes. La violencia estructural es la causa principal de la violencia civil. La violencia de estado responde a la violencia civil y al aumento de la oposición.
Etimológicamente, la palabra violencia tiene su origen en el latín "violentie", derivado de "vis": fuerza, poder. Se reconoce así que todo poder se funda en una dosis esencial de violencia junto con el consenso, de modo que en la arena política, los individuos, los grupos y el propio gobierno contienden para conservar o transformar el poder, inclusive con medios violentos. La violencia es un medio de dominación, pero en las sociedades modernas su uso legítimo se reserva al Estado para su autoconservación, el cual dispone de un conjunto de instituciones de represión física organizada como el ejército, la policía, el sistema carcelario, etc.
La violencia puede ser instrumental cuando sirve para conseguir determinados fines, o expresiva si se trata de violencia por la violencia, aunque siempre ambas formas van entremezcladas; también puede ser limitada o extensiva, organizada o espontánea, ejercida por pocas o muchas personas, oficial o ilegal, revolucionaria o mercenaria. Asimismo, la violencia puede clasificarse como subversiva, si se trata de romper el orden imperante, establecida si es utilizada por los órganos estatales para preservar un orden, e institucional si de un modo no violento se imponen ideas, concepciones y normas. Además, se distingue entre la violencia física y la moral,
La violencia es una de las formas más extremas y menos convencionales de participación política. Se explica como un medio para luchar contra la injusticia y asegurar el cambio político, como resultado del fracaso de la autoridad en atender a las demandas populares y para mantener el control del gobierno por otros medios, o como un instrumento de determinados grupos o individuos para movilizar al poder político o infligir castigo. Asimismo, se reconoce que en ninguna sociedad se producen reformas sociales, económicas o políticas sin violencia o sin su posibilidad inminente; escribió Maquiavelo: "digna de censura es la violencia que destruye, no la que construye"; Engels señaló: "la violencia es la gran partera de la historia".
En los sistemas autoritarios el uso de la violencia con el propósito principal de implantar el terror para truncar y paralizar anticipadamente toda oposición potencial, puede llegar a ser un método relativamente estable de gobierno que recurre al empleo de modernos medios tecnológicos, a la policía secreta y a una red capilar de espionaje, así como a otros incentivos para forzar la adhesión al régimen de los miembros pasivos de la comunidad.
En México, la violencia política en cualesquiera de sus formas ha sido una constante. Dan prueba de ello los múltiples atentados a los periodistas, los diversos asesinatos de dirigentes populares, los cientos de asesinados que denuncia el PRD ha habido entre sus militantes y en los últimos años, las matanzas de campesinos en Guerrero y de indígenas en Chiapas.
En este contexto, durante las elecciones, como sucedió en 1988 y 1994 con los crímenes de Gil, Ovando y Colosio, siempre está latente la posibilidad de que se manifieste la violencia política. Por fortuna, las elecciones presidenciales del año 2000 transcurrieron pacíficamente.
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