Es un voto que es secreto y que se marca sobre una boleta preparada por las autoridades que contiene los nombres de todos los candidatos, en una elección financiada, organizada y computada por el gobierno u organismos ad hoc (impresión de boletas, distribución, tabulación, etc). Permite a los electores votar sin tener que revelar por quien votaron y evita la intervención directa de los partidos en el manejo de las elecciones. Al no existir información de por quién votó a la gente no se le puede castigar ni recompensar, asimismo, la elección puede ser más imparcial y limpia. La desventaja es que induce a votar sólo por los candidatos que aparecen en la boleta, lo que limita la libertad de elección.
Su nombre obedece a que se usó primero en Australia en 1856. Fue adoptado en los Estados Unidos, debido a que durante más de un siglo la votación oral y mediante boletas coloreadas preparadas por los propios partidos había sido fuente de diversas presiones sobre los electores, ya que obligaban a hacer público el voto. A partir de 1888, el voto australiano se comenzó a usar en todos los estados y proporcionó a los votantes el derecho de votar por sus candidatos preferidos sin temor a represalias. Sus consecuencias fueron la reducción del control de los electores por los partidos, del fraude electoral y de los sobornos. Asimismo, estimuló el voto escindido, o sea que el elector votara por candidatos de diferentes partidos para diversos puestos y no por todos los de un mismo partido.
En la actualidad, las máquinas de votación son instrumentos que facilitan el voto secreto, ya que reducen las posibilidades de intimidación del elector, la compra de votos y el fraude electoral.
Como hoy en día el voto secreto es universal y las boletas son emitidas y manejadas por los órganos electorales, el término está en desuso.
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