Es el voto emitido en elecciones públicas, en las cuales no existe un esfuerzo intencional por ocultar la decisión tomada individualmente por los electores ante los demás electores y ante la ciudadanía en general. Esta apertura es intencional, por lo que el voto abierto es la antítesis del voto secreto.
El voto abierto puede ser oral, como lo fue antes de que se implantara el voto universal, mediante la aclamación celebrada en una asamblea pública, o por medio de escribir la preferencia en una boleta o un libro, con lo cual quedaba a la voluntad del elector hacerlo público o mantenerlo en secreto. También se dispusieron urnas distintas para cada candidato, en donde el elector podía pasar públicamente a depositar su voto. Lo característico era que quienes tomaban una determinada decisión electoral eran claramente identificables.
El voto abierto tiene la ventaja de ser más manejable en electorados pequeños. También se facilita si sólo se decide entre unos cuantos candidatos o cuando se decide quien ocupa un solo puesto. Además, permite el estudio del comportamiento electoral, sobre todo si se registran las características de los votantes y se conservan estos registros durante varias elecciones.
Sin embargo, cuando el electorado comenzó a crecer por el otrogamiento del derecho al voto a grupos cada vez más numerosos, el voto abierto comenzó a complicarse; además, fue criticado por la presión que podían ejercer los vecinos, los patrones, la iglesia y todo aquel que mantuvieran una relación de superioridad, para que los electores decidieran en determinado sentido. Fue así sustituido por el voto secreto o australiano.
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