Son los votos que no influyen en el resultado de la elección, sea porque son a favor de un candidato que no tiene posibilidad de ganar el cargo, o porque no tienen oportunidad de influir en la distribución de asientos en un sistema de representación proporcional. En el primer caso, si la votación resulta cerrada, los votos desperdiciados serán muchos. En el segundo, los votos sólo se desperdician cuando el partido por el cual se vota no alcanza el mínimo de votación para calificar para la distribución de asientos parlamentarios, por eso no pueden ser numerosos.
De cualquier manera, los votos desperdiciados expresan una opinión y en este sentido no son del todo inútiles. Por una parte muestran la intención del votante de hacer público su apoyo a un partido o candidato. Por otra, el tamaño de la victoria también es importante en cuanto significa apoyo popular y los votos en contra no deben ser ignorados por el ganador, sino vistos como apoyo potencial para la siguiente elección, especialmente si el margen de la victoria ha sido reducido y hay la posibilidad de perder en el futuro algunos de los grupos de electores que lo llevaron al triunfo.
Cuando existen tres o más candidatos, el elector puede evitar el desperdicio mediante el voto táctico, es decir, si considera que su candidato preferido no tiene posibilidades de ganar, votar por su segunda preferencia con mayores oportunidades de vencer. Sin embargo, el voto táctico distorsiona la división real subyacente en las opiniones del electorado.
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