Es una forma de comunicación persuasiva que trata de promover o desalentar actitudes en pro o en contra de una organización, un individuo o una causa. Implica un esfuerzo sistemático en una amplia escala para influir la opinión. Procede conforme a un plan deliberado que incluye la producción y la transmisión de textos y mensajes específicamente estructurados, mediante todos los medios de comunicación disponibles para llegar a la audiencia más amplia, o audiencias especiales, y provocar los efectos calculados. Generalmente es una forma de comunicación unilateral, no interactiva.
Su propósito es ejercer influencia sobre los pensamientos, emociones o actos de un grupo de personas para que actúe de determinada manera, adopte ciertas ideologías o valores, y cambie, mantenga o refuerce sus opiniones sobre tópicos específicos y controvertibles, por ejemplo, vote por un partido o candidato, apoye o repudie decisiones gubernamentales, etc., que benefician más al propagandista que al receptor de la propaganda. Se trata de presentar los pensamientos y actos que se desea inducir como si fueran racionales, aconsejables, ventajosos, agradables y morales. Es frecuente que utilice el miedo como su principal argumento de persuasión, pues la gente asustada es más fácil de gobernar.
La propaganda se caracteriza por el uso de mensajes emotivos más que objetivos y porque trata de estimular la acción. Es distinta de la información porque tiene el propósito de provocar las respuestas (no necesariamente racionales ni responsables) deseadas por el propagandista. Se diferencia de la educación porque presenta una argumentación prefabricada y parcial, e intenta hacer que se llegue a conclusiones en determinado sentido, dice qué pensar, no enseña a pensar. Se distingue de la publicidad porque se refiere a ideas y personas, no a mercancías, pero ambas, la propaganda y la publicidad son comunicación persuasiva y pretenden la manipulación deliberada y la distorsión de la información, no únicamente la argumentación racional y el libre intercambio de ideas.
Etimológicamente, la palabra propaganda significa sembrar brotes de plantas para la propagación artificial o la facilitación deliberada del proceso de generación.
a. Tipos y medios de propaganda
La propaganda puede ser oficial si la realiza el gobierno o no oficial si proviene de otras fuentes; Johnston (The Art and Science of Persuasion) distingue la propaganda política que trata de cambiar la opinión pública en alguna cuestión particular y que es promovida por el gobierno, los partidos y los grupos de presión, y la propaganda social que promueve un estilo de vida y es auspiciada por los sistemas religiosos, educativos y familiares. También la propaganda puede ser de agitación si su función es destruir un sistema político establecido o de integración, si lo que pretende es convencer a los individuos para que participen en una nueva sociedad; ambos tipos no son excluyentes, sino pueden corresponder a dos momentos distintos de la lucha de un grupo o partido, la primera para tomar el poder y la segunda, una vez en el gobierno, para consolidarse y realizar sus objetivos ideológicos.
De acuerdo con la veracidad de la información y la identificación de la fuente, la propaganda puede ser
blanca (cuando es verdadera, sólo recurre a la selección de lo que es favorable o a estereotipos y proviene de una fuente identificada, como la usada en las campañas electorales), gris (verdadera, pero sin identificación) y negra (falsa y atribuida falsamente también a fuentes confiables de los contrarios). Por eso, la propaganda no es necesariamente verdadera o falsa, se basa en una cuidadosa selección y manipulación de los datos y de los hechos.
Asimismo, la propaganda puede clasificarse según los medios que usa, por ejemplo: de
paranoia, si apela a la creación de enemigos externos o de traidores internos; de miedo, si manipulan las ansiedades e incertidumbres de la gente; de rumores, si se basa en la transmisión oral de información "no oficial" diseminada al efecto.
La propaganda emplea todos los medios de comunicación que están a su alcance, lo que incluye la palabra hablada y los rumores, las marchas y mítines, la letra impresa y las fotografías, las imágenes y la pintura, el teatro y el cine, los spots de radio y televisión, la música y los videocasetes, los slogans y símbolos, etc., para despertar la emotividad del público y así lograr su objetivo. Aun la arquitectura y los monumentos pueden perseguir propósitos propagandísticos. Actualmente, los instrumentos principales de la propaganda son los medios masivos, especialmente los electrónicos, incluyendo Internet, y su convergencia ha magnificado su poder potencial; sin embargo, las grandes concentraciones de masas, que fueron vehículo inicial de la propaganda, han conservado su papel simbólico.
b. Desarrollo histórico
La propaganda y la censura han acompañado a la política desde sus orígenes. En China, Sun Tzu y en la India, Kautilya, escribieron acerca de ella; los griegos y los romanos la sistematizaron como retórica; Julio Cesar hizo propaganda en La Guerra de la Galia; Quinto Tulio Cicerón la aplicó a las campañas electorales; Genghis Kahn la usó para exagerar su fuerza mediante rumores y aterrorizar a la población. En la Inglaterra Isabelina el teatro fue un instrumento de propaganda. Así, la propaganda siempre ha sido un instrumento de la lucha por el poder y de la guerra. No obstante, el término fue inicialmente acuñado por la Iglesia Católica en la época de la Contrarreforma, cuando el Papa Gregorio XV fundó mediante la bula
Inscrutabili divinae el 22 de junio de 1622, la Congregatio de Propaganda Fide, cuyo propósito era defender la "verdadera fe", hacer proselitismo religioso en el mundo no cristiano y convencer a los protestantes para que regresaran al seno del catolicismo. Así, el significado original de la palabra propaganda fue "lo que ha de ser propagado", la germinación y cultivo de las ideas. La organización fundada se conoció como la "propaganda" y sus misioneros, como "propagandistas". Para quienes no simpatizaban con el Vaticano, la palabra adquirió, desde entonces, una asociación negativa por sus publicaciones sesgadas y su relación con la censura y la Inquisición.
En los siguientes dos siglos, con el desarrollo de la prensa escrita que se convirtió en el medio ideal para la diseminación de la propaganda, la palabra pasó de la religión a la política. Esto no fue absurdo, ya que la propaganda se convirtió en la persuasión por la fe más que por la razón o los hechos. Las revoluciones norteamericana y francesa fueron precedidas y acompañadas por una gran actividad propagandística. Una vez triunfantes, como habían resaltado la importancia de la opinión pública, también surgió el deseo de influirla; se popularizó así el uso de la propaganda, primero para apoyar las luchas militares y después para dirimir las cuestiones políticas.
Con el auge de los partidos políticos, los sindicatos, los gremios y los grupos de presión, la propaganda comenzó a adquirir su significación actual: un esfuerzo deliberado para influir en la opinión pública.
Muchos escritos de Marx (El Manifiesto Comunista) y Lenin (Qué Hacer) tuvieron una intención propagandista durante las luchas obreras del siglo XIX y principios del siglo XX, que contribuyeron a desencadenar la revolución rusa. La misma Revolución Mexicana fue precedida por un libro (La Sucesión Presidencial) y la acción de su autor (Madero) que tuvieron claros propósitos de propaganda de agitación que minó la dictadura de Díaz.
Pero la propaganda política tal como la conocemos hoy es característica del siglo XX. El esfuerzo de la I Guerra Mundial hizo necesaria la movilización popular mediante la propaganda en todos los países contendientes. En Estados Unidos, el presidente Wilson creó el Comité de Información Pública que mediante técnicas de publicidad comercial trató de movilizar la agresividad y el odio de la población contra el enemigo, promover el espíritu de lucha de los estadounidenses, conservar y fortalecer la amistad de los países aliados y de los neutrales para obtener su apoyo y colaboración en el esfuerzo de guerra. Al efecto se proporcionaba "información" a los corresponsales de guerra.
Más tarde, el desarrollo tecnológico (la radio, el avión, el cine sonoro, los micrófonos y amplificadores de voz) amplió extraordinariamente las potencialidades de la propaganda.
En 1925, Hitler en "Mi Lucha" escribió que toda propaganda debe apelar a los sentimientos de la masa mediante slogans simples (para que los entienda aun el "más estúpido" del grupo al que están dirigidos), pues la gente "entiende poco y olvida mucho", por eso sus mensajes siempre se enfocaban en unas cuantas ideas, que eran reforzadas por su repetición frecuente (poco pero "repetido eternamente"); y que para la masa "no existen muchas diferenciaciones, sino un extremo positivo y otro negativo; amor y odio, justicia o injusticia, verdad o mentira, pero jamás estadios intermedios".
Con la instauración del régimen nazi, Goebbels proclamó el derecho absoluto del Estado a supervisar la formación de la opinión pública y procedió a controlar la prensa, la radio (que consideró el medio más importante para influir a las masas), la educación, el cine (películas y sobre todo los noticiarios que se exhibían en las salas), la religión, los viajes, las bellas artes, la cultura en general y la política; asimismo, excluyó cualquier otra visión ajena a la nazi (prohibió escuchar la radio extranjera) y silenció a los disidentes mediante el terror. Así, la propaganda tuvo su desarrollo más evidente y alcanzó su culminación en películas tales como "El Triunfo de la Voluntad" de Leni Riefenstahl. Además, se falsificó y revisó la historia alemana; como una técnica propagandística, se crearon y destruyeron objetos y documentos para alterar y revisar la interpretación de los hechos, de modo que la historia reescrita sirviera a los fines del régimen nazi.
Durante la guerra, Goebbels hizo amplio uso de todas las técnicas de propaganda como el rumor y la desinformación para complementar la propaganda de prensa y radio. En la paz y con cierta prosperidad el pueblo alemán fue receptivo a la propaganda, pero en la guerra el éxito de la misma pasó a depender de los éxitos bélicos, por lo que al final tuvo poco efecto. Sin embargo, la propaganda nazi renovó la connotación negativa y hasta peyorativa que desde su origen aun tiene para algunos, no obstante que otras actividades que gozan de aceptación, como la publicidad y las relaciones públicas, comparten muchas similitudes con la misma, como el propósito deliberado de despertar la motivación de las personas a nivel del subconsciente. Dada esta asociación con el nazismo, algunos prefieren llamar a la propaganda "publicidad política".
En 1937, como respuesta a la propaganda nazi, en Estados Unidos, el Instituto de Análisis de la Propaganda denunció las siete estrategias básicas de la propaganda:
1) Uso de etiquetas, que consiste en calificar a un líder, un seguidor o un oponente con algún nombre emocionalmente poderoso, ya sea positivo o negativo. Se trata de persuadir a priori a favor o en contra.
2) Presentar testimonios, hacer que personas de prestigio o experiencia manifiesten su aprobación o reprobación. Se pretende aumentar la credibilidad del mensaje mediante una fuente que resulte "autorizada" para el público al que se dirige.
3) Haz como todos, si todo el mundo lo está haciendo, tu también debes hacerlo. (Efecto Bandwagon).Se apela al temor de ser diferente a los demás y quedar marginado de algo valioso.
4) Generalizaciones resonantes, para crear imágenes emocionales carentes de datos objetivos. Su propósito es activar los prejuicios y estereotipos existentes en la población.
5) El hombre sencillo, que consiste en presentar testimonios de sujetos "como uno" para utilizar la identificación del público y la credibilidad del mismo en el "hombre común". Su objetivo es que la gente adopte el ejemplo de personas de condición similar a la suya.
6) Transferencia, trasladar el respeto que la gente tiene por algún símbolo, hacia un proyecto, producto o candidato. Se trata de que los sentimientos favorables que despierta un símbolo, se asocien con lo que se desea promover.
7) El juego de cartas: uso de trucos, mentiras, prejuicios, verdades a medias, exageración, rumores. Consiste en la manipulación de hechos y datos para presentar un mensaje de manera convincente.
Además de estas estrategias, el régimen nazi convirtió a la censura en parte de la propaganda, en la medida que suprimía deliberadamente partes de la información que podrían conducir a interpretaciones distintas a las que pretendía el propagandista.
En los países aliados, también la propaganda desempeñó un papel importante durante la II Guerra Mundial para fortalecer el espíritu de lucha de las naciones en conflicto, vencer la resistencia de los ejércitos en combate y provocar la desmoralización general de la población de los países contrarios en pugna.
Durante la "guerra fría", la propaganda fue el campo de batalla permanente del capitalismo contra el socialismo hasta la desintegración de la Unión Soviética y después ha sido el instrumento para convertir el triunfo del neoliberalismo en el "fin de la historia" y para promover el pensamiento único.
Actualmente, la propaganda sigue siendo un recurso presente en todo conflicto político. En la guerra psicológica, la propaganda, unida a las acciones militares y diplomáticas sirve al propósito de crear ciertas imágenes y explotar las tensiones existentes dentro del campo enemigo. Todo esto con el fin de afectar la moral, la disciplina o el contexto de la toma de decisiones del enemigo.
Asimismo, la propaganda, la subversión y otras operaciones encubiertas forman parte de la guerra política, es decir, de la manipulación de las fuerzas políticas dentro del campo enemigo. La guerra política puede estar asociada con algún conflicto armado que está teniendo lugar, o bien, constituir un aspecto de las relaciones internacionales normales.
En la "acción civil", el método más común no militar de la guerra contrainsurgente, también la propaganda, conjuntamente con la ayuda económica y la asistencia técnica y médica a nivel de las comunidades, es un medio de ganar apoyo para el gobierno, además de la formación de milicias locales para "proteger" a los pueblos y de las demás acciones bélicas a distintas escalas.
En general, la propaganda es un arma que en cualquier lucha por el poder esgrimen cada una de las partes para convencer que ellos encarnan el bien y los otros el mal; y la censura, si es posible ejercerla, ayuda a excluir cualquier otra visión distinta de la "realidad" que se desea presentar al público. El portentoso desarrollo de los medios masivos electrónicos y su creciente poder de persuasión obliga a batallas mediáticas paralelas a los hechos reales, en las cuales se producen y utilizan imágenes espectaculares disfrazadas de "información" que hace que a la gente le sea cada vez más difícil distinguir entre la verdad y la mentira.
c. Técnicas y reglas
Las técnicas de propaganda incluyen el uso de slogans sencillos, breves y comprensibles para la mayor parte de la audiencia; la identificación con las condiciones locales para que despierte el interés, sea creíble, apoyada en hechos y experiencias reales de la gente; la presentación como noticia de modo que parezca objetiva; la distorsión de los hechos; la desinformación para cubrir las verdaderas intenciones; la "quinta columna" o infiltración de propagandistas en el campo opuesto; el doble lenguaje, o sea el uso de términos ambiguos que cubre las intenciones o acciones reales; el llamado al idealismo; la creación de "chivos expiatorios"; y la técnica de la gran mentira, cuya magnitud y audacia hace dudar que no sea cierta.
La regla general es que la propaganda debe ser sencilla, interesante, creíble, consistente y apoyada en experiencias y hechos reales. La propaganda más eficaz no es la falsa, sino la verdadera pero incompleta, la que selecciona unos hechos e ignora o excluye otros (técnica de la omisión). Asimismo, el mensaje debe ser simplificado al máximo para hacerlo aprendible y recordable. Además, sólo debe comprender uno o dos temas o ideas favorables a los propósitos de la propaganda, los cuales han de presentarse con exageración, como ciertos, contundentes e incontrovertibles; al mismo tiempo, se aconseja dar un trato similar a los aspectos negativos de las tesis o personas contrarias (campaña negativa). También el mensaje debe ser suficientemente repetido con diversos matices para que alcance su mayor eficacia. Otras reglas generales de la propaganda son:
1) Debe operar sobre deseos o predisposiciones latentes en el público.
2) Apuntar a las emociones mediante símbolos de promesa de satisfacción.
3) Individualizar al enemigo en una sola persona y atacarla. Huxley escribió en "Olive Tree" que la propaganda es un esfuerzo "para hacer que la gente olvide que otro conjunto de gente también son humanos". Así, durante las guerras mundiales sólo había seres humanos y alemanes; el bien y el mal personificados.
4) No hacer ataques frontales, sino preferir una forma indirecta e insinuada donde se hagan implicaciones.
5) Una vez establecido el deseo básico, puede ser útil la exageración y la distorsión mediante acusaciones y declaraciones sorprendentes y hasta falsas.
6) Lograr la orquestación del tema, que en todas partes se discuta y trate el asunto de muy diversas maneras para lograr resonancia.
7) Crear la impresión de unanimidad, propiciar el contagio y apelar a sentimientos básicos como la compasión, el miedo, la risa y la alegría.
8) El medio para hacer llegar la propaganda debe ser aquel que sea confiable y agradable para el público al cual se dirige la misma.
9) Los líderes de opinión y de los grupos de referencia, si son convencidos, pueden multiplicar los efectos de la propaganda.
Toda propaganda tiende a suscitar oposición, por lo que deben preverse las reacciones adversas.
Los mensajes propagandísticos pueden tener diversos efectos: llamar la atención, transmitir información, cambiar actitudes, conductas, valores, o la motivación para hacer algo (como votar). Estos efectos deseados deben definirse antes de la investigación del público y del diseño de la propaganda.
La propaganda es más eficaz en provocar la respuesta deseada en los individuos que están de acuerdo con el mensaje; los neutrales y opuestos responden sólo si son reforzados por otro tipo de estímulo económico o coercitivo, o por la presión social favorable. Por eso es importante estudiar a quienes se dirigirá la propaganda por medio de encuestas y grupos de enfoque, por ejemplo.
Asimismo, existe una interacción entre las características del propagandista y las de la audiencia a la que se dirige: la credibilidad del propagandista se deriva de cómo es percibido por la audiencia en cuanto a confiabilidad, experiencia, si le es agradable y si es similar a sus miembros. La audiencia es usualmente receptiva a los argumentos unilaterales si carece de información previa; si tiene conciencia de que se le está tratando de persuadir, el resultado de la influencia puede aparecer más tarde (efecto durmiente).
La técnica de propaganda más apropiada a utilizar depende de la cuestión específica que se plantee, de las características de aquellos a quienes se desee convencer y de la calidad con que se determinen los "blancos" de las comunicaciones manipuladoras.
Algunos mensajes son efectivos con una audiencia, pero no con otra. Esto depende de su grado de racionalidad (lo irracional es la capacidad de negar hechos y de aceptar como verdad información demostrablemente falsa), aunque esta racionalidad no siempre le impida "abrazar" la "lógica" del mensaje propagandístico y ser persuadido por él. De ahí que es regla general que toda propaganda deba ser probada para evaluar su efectividad antes de iniciarse la puesta en práctica del plan general. El método más común para hacerlo son los grupos de enfoque.
d. La contrapropaganda
La contrapropaganda es la respuesta del atacado, aunque a veces es preferible mantener silencio sobre la posición del adversario y acentuar el propio mensaje.
La estrategia general de la contrapropaganda es minar la credibilidad del generador de la propaganda por medio de:
1) Aislar y clasificar los elementos verbales y simbólicos del mensaje para hacer más sencillo su combate.
2) Atacar los puntos débiles.
3) Si es muy poderosa no atacarla de frente.
4) Refutar y desdeñar al adversario, porque el argumento emocional es más fuerte que el racional.
5) Demostrar las contradicciones con los hechos.
6) Ridiculizar al adversario.
7) Llevar la lucha al terreno donde se es más fuerte.
La palabra contrapropaganda se aplica más comúnmente en situaciones de guerra caliente o fría; en lo que corresponde a las elecciones, los temas que comprende la contrapropaganda se incluyen dentro de la campaña negativa para atacar las posiciones de los otros candidatos o para responder a las impugnaciones que sufra el mismo de parte de sus adversarios.
e. Los efectos de la propaganda.
La propaganda fuerza a las personas a pensar y hacer cosas del modo que no lo harían si hubieran sido dejadas decidir por sus propios medios. Su eficacia se ha tratado de explicar por medio de diversas teorías, entre las cuales se encuentran las siguientes:
La teoría estímulo - respuesta, la más antigua, consideró que el público está inerme ante los llamados de la propaganda, por lo que ésta es una fuerza extraordinariamente poderosa en la conformación de la opinión pública.
El modelo de la influencia social, al contrario de la anterior, otorga a la propaganda efectos limitados, pues cuando es eficaz es que refuerza actitudes existentes de la gente, y cuando cambia actitudes previas no es resultado del mensaje sino de la influencia de personas mejor informadas que funcionan como líderes de opinión. Además, la audiencia también atiende o rechaza mensajes de acuerdo al grado de consistencia que tengan los mismos respecto a las actitudes y concepciones existentes en la gente.
La teoría de los usos y gratificaciones postula que el público no recibe pasivamente los mensajes, sino utiliza activamente su contenido conforme a sus necesidades. Estas necesidades pueden ser: mantenerse enlazado al ambiente, obtener nueva información, divertirse o salir de la rutina y para tener identidad personal y conocimiento de uno mismo.
Las teorías del cambio de actitud consideran que existe una relación causal entre actitudes y conducta, de modo que si se desea que la conducta cambie se deben cambiar las actitudes; por lo tanto hay que medir las actitudes, crear mensajes que las cambien y volver a medir las actitudes para estimar el cambio logrado. La eficacia de un mensaje depende de factores tales como la credibilidad de la fuente, el canal utilizado, las variables de personalidad de quien lo recibe (autoestima, involucramiento en el tema, por ejemplo), etc.
f. Propaganda y elecciones
En general, la propaganda electoral está regulada por las leyes en lo que corresponde a su contenido (no debe incluir motivos religiosos, por ejemplo), duración (se sujeta a un determinado periodo), gastos ( las campañas no deben rebasar montos prefijados), intensidad (determinado tiempo en televisión, por ejemplo) y demás aspectos que se llegan considerar importantes para evitar abusos y desequilibrios.
En consecuencia, la propaganda electoral es una forma de propaganda abierta, racional o emocional, que se caracteriza porque sólo dispone de una oportunidad para cumplir sus fines (ganar o perder); porque su duración es corta (unos cuantos meses) y sujeta a plazos impostergables; porque los recursos de que dispone deben mantenerse dentro de límites establecidos; porque no debe incurrir en violaciones a las leyes, reglamentos y acuerdos electorales; porque tiene que motivar a extensos grupos de electores con intereses heterogéneos, divergentes y contradictorios; y porque tiende a centrarse en la personalidad del candidato.
La propaganda es el medio de hacer llegar al electorado, de modo resumido, el mensaje de un candidato; asimismo, constituye la única manera de garantizar que este mensaje se comunique a los electores en la forma más persuasiva posible para obtener su voto, así como de evitar que los opositores sean quienes construyan negativamente la reputación de ese candidato. Todo lo anterior con el propósito único de persuadir a los electores de que voten en determinado sentido.
En los países democráticos se ha ido estableciendo la equidad en el acceso, en el tiempo y en el espacio utilizado en los medios masivos por los diferentes candidatos; el derecho de réplica entre los mismos; la limitación de los recursos destinados a hacer campaña; la prohibición de publicar encuestas en los días anteriores a la elección; y un periodo de "silencio" previo a la votación, como formas de preservar la competencia democrática en las elecciones.
g. La propaganda total
El crecimiento de la población, la urbanización, el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones, los movimientos políticos de masas, la confrontación de las ideologías y la guerra total caliente y fría, han hecho posible que la propaganda haya alcanzado su gran importancia y omnipresencia actuales.
"El ciudadano vive en un medio ambiente saturado de propaganda" señala O''Shaughnessy . Hoy la propaganda es un instrumento estratégico en las relaciones internacionales, como fue muy evidente durante la guerra fría (por ejemplo, la Voz de los EUA fue un gran dispositivo radiofónico anticomunista), del gobierno que de distintos modos hace propaganda y censura información ("Pensar en la prensa como un gran tablero en el que el gobierno puede jugar": Goebbels), de los grupos de interés, de los ejércitos, de los movimientos ideológicos, de las organizaciones sociales y de la política en general, como actualmente puede apreciarse con simplemente mirar la televisión.
El siglo XX fue el siglo de la propaganda, que también caracteriza nuestra época y da trabajo a miles de empleados gubernamentales, de los partidos, de los grupos y de las empresas que tratan de manipular a la opinión pública. La propaganda es un elemento inevitable para el funcionamiento de la política y de la sociedad en su conjunto. La diferencia es que en las sociedades democráticas no hay un cuerpo oficial de propaganda, existe una pluralidad de propagandistas, una gran variedad de propaganda y amplia libertad de expresión e información, mientras que en el autoritarismo hay un monopolio de la propaganda o sólo pueden usarla unos cuantos para tratar de manipular a todos, lo cual se combina con una censura rígida de la información.
h. La ética de la propaganda
La propaganda es un medio, no un fin; en sí misma, la propaganda no es ética o inética. Los propósitos para los que se emplea y los métodos que utiliza hacen la diferencia entre usar la propaganda para imponer una política antipopular, un candidato espurio, o para que la gente use cinturón cuando maneja, por ejemplo. Por eso, se han propuesto varios criterios para distinguir la propaganda ética, de aquella que pretende la manipulación, entre ellos se citan los siguientes:
1) El mensaje no debe ser una mentira.
2) Sus consecuencias no deben significar daño a alguien.
3) Tampoco se debe afectar la dignidad de las personas ni la justicia.
4) No debe corromper la integridad de los medios masivos.
5) Debe existir igualdad de oportunidades en los medios masivos para que se manifiesten opiniones diversas.
6) La intención del propagandista y el contexto en que actúa, debe ser evaluado.
En suma, el propagandista, el mensaje, los motivos para enviar el mensaje, el clima político, social y cultural, y la naturaleza de la audiencia son los que determinan el carácter ético o no de la propaganda. Es deber de la prensa libre e independiente, de los grupos no gubernamentales y de los ciudadanos en general, denunciar la propaganda gubernamental, de los grupos de interés o de los partidos y candidatos que no se ajuste a las normas éticas elementales. Corresponde a los periodistas detectar mentiras, verdades a medias y exageraciones y, desde luego, no convertirse en un medio más de la propaganda voluntaria o involuntariamente. Responsabilidad especial tienen los candidatos cuyos opositores emplean la propaganda con intenciones de manipulación de la ignorancia y de los sentimientos populares.
Esta lucha contra el uso indebido de la propaganda debe ser permanente y contribuir a solucionar el problema que existe en toda sociedad que aspira a la democracia, de cómo equilibrar el derecho a persuadir con el derecho del público a decidir libremente.
i. Una policía de la propaganda
Se ha propuesto la existencia de una especie de policía de la propaganda, cuya tarea sería aplicar los estándares del periodismo a la propaganda política:
1) Golpear los hechos.
2) Investigar la investigación. Las campañas se basan en información recogida de fuentes partidarias, por lo que puede haber sido reprocesada varias veces antes de usarse en la propaganda.
3) Citas equivocadas de la prensa.
4) Ser justo. No acusar a otros de lo que uno mismo hace, a veces peor.
5) Cuidar el lenguaje.
Con el desarrollo de los medios de comunicación como la Internet, el flujo de mensajes persuasivos se ha acelerado rápidamente. Ante la sobrecarga de estos mensajes, se responde cada vez más tomando "atajos mentales" (decidir con un mínimo de información sin gran reflexión). Estos atajos son aprovechados por los propagandistas para provocar emociones, explotar inseguridades, capitalizar la ambigüedad del lenguaje y torcer la lógica.
Por eso, "es esencial en una sociedad democrática que jóvenes y adultos aprendan cómo pensar, cómo usar su mente, cómo pensar juntos. Deben llegar a sus propias conclusiones, pero al mismo tiempo, reconocer el derecho de los demás a llegar a conclusiones opuestas a las suyas. En la medida en que los individuos se interesen, el arte de la democracia es el arte de pensar y discutir independientemente, pero juntos" (The Fine Art of Propaganda). Por eso, como señala Delwiche, "el análisis de la propaganda es un antídoto a los excesos de la Era de la Información".
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