LOS DEBATES POLITICOS EN TV
Benjamín Hill
A menos que alguien tenga una opinión distinta, la era de los debates políticos en televisión en México inició con el que sostuvieron Samuel del Villar y Carlos Almada, representante del PRD ante el IFE y director ejecutivo del Registro Federal de Electores, respectivamente, sobre la confiabilidad del padrón electoral que el primero ponía en tela de juicio, y el segundo defendía. Más tarde, vino el debate de los candidatos a la Presidencia de la República entre PRI, PAN y PRD, que sentó el antecedente definitivo para los debates políticos en televisión para el futuro.
Antes de esos encuentros en televisión, el único tipo de debate al que los medios y la audiencia prestaban y siguen prestando una gran atención es el relacionado con el futbol. Sin embargo, los debates políticos en televisión llegaron para quedarse. En los últimos 12 meses hemos presenciado debates entre los precandidatos a la jefatura de gobierno del DF y a la presidencia del PRI y más recientemente un debate entre Diego Fernández de Cevallos y Andrés Manuel López Obrador.
A pesar de que la inauguración de los debates políticos en televisión le correspondió a Nixon y Kennedy en 1960, en México no fue posible ver algo "parecido" hasta 34 años después, cuando este tipo de debates ya era una rancia práctica de la mayoría de las democracias. Y digo "parecido", porque a pesar de que hemos visto que candidatos o precandidatos se reúnen frente a las cámaras de televisión bajo ciertas reglas generales, no hemos presenciado apenas sino unos cuantos momentos de debate efectivo.
Aquellos que recuerden el debate presidencial de 1994 sabrán que sólo uno de los tres candidatos iba dispuesto a debatir. De los otros dos, uno se presentó con la consigna de hacer como si estuviera solo y el otro, menos apto para un verdadero debate, únicamente acudió a dar un soberbio tropezón. Después, en el debate de 1997 de los candidatos a jefe de gobierno del DF éste se convirtió en lo que este tipo de intercambios ha sido por regla general: un rosario de vituperios vacíos seguidos de un aburrido soliloquio.
La desilusión que producen los debates políticos en televisión se debe a que a pesar de la difusión masiva, éstos no se han convertido ni lejanamente en sustitutos del debate escrito, respecto de la profundidad de su contenido. La razón de esto es que los debates en tv no pueden ni deben ser los sustitutos del debate escrito. Sin ser sustitutos del debate y la exposición de ideas por medios escritos, los debates televisivos sirven para evaluar la claridad en la exposición de los candidatos, su templanza y capacidad de respuesta frente a una objeción hecha a boca de jarro.
Los debates televisivos son una competencia de habilidad y rapidez mental, apoyada en propuestas lo más congruentes y creíbles, sustentado todo en la fortaleza emocional de cada contendiente. Carácter y talento se miden frente a frente. La principal virtud de los debates es presentar al mismo tiempo y lugar a distintos candidatos que de otra manera difícilmente coincidirían. Características particulares de los candidatos que son imposibles de medir individualmente, se presentan en toda su desnudez cuando se les coloca lado a lado frente a una cámara.
La importancia cada vez más grande de los debates por televisión en la definición del voto ha hecho que los polemistas mexicanos se inclinen por jugar a la segura antes de entrar al difícil terreno del debate: han optado por la autocensura o la descalificación facilona. Si bien pueden considerarse como recursos o estrategias para polemizar, tanto el oprobio como ignorar a los contendientes no pueden erigirse en itinerario de un debate.
En especial, las afrentas y acusaciones como recurso de ocasión para ocultar la falta de argumentos, representan ominosos ejemplos de la deplorable impunidad con la cual es posible en este país lanzar las más desaforadas imputaciones, sin necesidad de demostrar su autenticidad. Los últimos debates que hemos presenciado son ejemplo de esto último y una aciaga señal de que la costumbre del debate por tv no ha encontrado su correspondencia en polemistas modernos
Benjamín Hill estudió Ciencia Política en el ITAM. (etcétera 16 Marzo 2000)
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