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El apoliticismo de los sindicalistas franceses de anteguerra contenía ambos elementos: era un error teórico y una contradicción (contenía el elemento soreliano y el elemento de concurrencia entre la tendencia anarquista-sindicalista y la corriente socialista). Era, además, consecuencia de los terribles hechos de París de 187l: la continuación, con métodos nuevos y con una teoría brillante, de los treinta años de pasividad (1870-1900) de los obreros franceses. La lucha puramente económica no podía disgustar a la clase dominante, sino al contrario. Lo mismo puede decirse del movimiento catalán, que no "disgustaba" a la clase dominante española más que por el hecho de que reforzaba objetivamente el separatismo republicano catalán, produciendo un bloque industrial republicano propiamente dicho contra los terratenientes, la pequeña burguesía y el ejército monárquico. El movimiento torinés fue acusado al mismo tiempo de ser espontaneísta y voluntarista o bergsoniano (!).

La acusación contradictoria muestra, una vez analizada, la fecundidad y la justeza de la dirección que se le dio. Esa dirección no era abstracta, no consistía en una repetición mecánica de las fórmulas científicas o teóricas; no confundía la política; la acción real, con la disquisición teorética; se aplicaba a hombres reales, formados en determinadas relaciones históricas, con determinados sentimientos, modos de concebir, fragmentos de concepción del mundo, etc., que resultaban de las combinaciones espontáneas de un determinado ambiente de producción material, con la casual aglomeración de elementos sociales dispares. Este elemento de espontaneidad no se descuidó, ni menos se despreció: fue educado, orientado, depurado de todo elemento extraño que pudiera corromperlo, para hacerlo homogéneo, pero de un modo vivo e históricamente eficaz, con la teoría moderna. Los mismos dirigentes hablaban de la espontaneidad del movimiento, y era justo que hablaran así: esa afirmación era un estimulante, un energético, un elemento de unificación en profundidad; era ante todo la negación de que se tratara de algo arbitrario, artificial, y no históricamente necesario. Daba a la masa una conciencia teorética de creadora de valores históricos e institucionales, de fundadora de Estados. Esta unidad de la espontaneidad y la dirección consciente, o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las masas.

Antonio Gramsci. Escritos Políticos (1931)

 

a

ABROGAR
ABSTENCION ACTIVA
ABSTENCIONISMO
ACARREO
ACCION / REACCION
ACCION POLITICA
ACIDO, PRUEBA DEL
ACLAMACION
ACTITUDES POLITICAS
ACTIVISMO POLITICO
ACTO ELECTORAL
ACTO NOTICIOSO
ACTOR POLITICO
ADMINISTRACION ELECTORAL
AFILIADO
AGENDA, ESTABLECIMIENTO DE LA
AGENTE ELECTORAL
AGENTE PROVOCADOR
AGREGACION POLITICA
ALBAZO O MADRUGUETE
ALIANZA POLITICA O COALICIÓN
ALIENACION POLITICA
ALINEAR
ALQUIMISTA
ALTERNANCIA EN EL PODER
AMBIGÜEDAD POLITICA
AMIGUISMO
APAGON
APATIA
APATIA CONSTRUCTIVA, TEORIA DE LA
APELACION
APLANADORA
APOLITICISMO
APOYO
AQUILES, TALON DE
ARENA POLITICA
ARRIBISMO
ASESINATO POLITICO
ASIENTO SEGURO
ASIMILACION - CONTRASTE, TEORIA DE LA
ATRIBUCION, TEORIA DE LA
AUDIENCIA
AUTORITARIA, PERSONALIDAD
AUTORITARISMO
AVAL
AVENTURERISMO
 

 
  Adquiera  


APOLITICISMO

Es una actitud de apatía, indiferencia, desinterés y hasta rechazo por las cuestiones políticas. Aunque podría indicar falta de descontento o conformidad con los procesos políticos, se le ha atribuido a la pérdida de la confianza en su eficiencia por percibirse los mismos en forma negativa y carente de importancia. Se puede manifestar como desidia hacia las votaciones o repudio a la afiliación partidista.

Sus dimensiones principales son un grado débil de compromiso y una pobre capacidad cognitiva que incapacita para adquirir los conocimientos indispensables para expresar las preferencias políticas.

Se dice que es característico de la burguesía y de la sociedad capitalista, cuyos integrantes se disfrazan de apolíticos como una manera de expresar neutralidad.

Otros autores agregan que en realidad no existen las personas apolíticas sino indiferentes, porque el hecho de que no sientan simpatía por ninguno de los partidos políticos o ideologías que prevalecen, no significa que se excluyan; el pertenecer a una sociedad los hace partícipes de ella y como todas las sociedades están organizadas políticamente, sus componentes tienen necesariamente un carácter político.

En este sentido existen dos clases de apoliticismo:

1. Táctico, que consiste en fingir indiferencia y utilizar la argumentación antipolítica (no votes por un político) para ganar, paradójicamente, posiciones políticas y adeptos entre los sectores insatisfechos, manifestando en apariencia un sentimiento de hostilidad y repudio por la política, dada su vinculación, generalizada, con acciones fraudulentas, compromisos y antagonismos.

2. Doctrinal, se manifiesta cuando por ejemplo, algunos sindicatos se declaran apolíticos por considerar que deben permanecer fuera de los partidos.

En ocasiones, las personas o grupos que se dicen apolíticos, sienten temor de asumir una actitud clara ante los problemas sociales y políticos y de expresar sus ideas de una manera franca y abierta. También puede ser una estrategia individual de quien desea prosperar sin enemistarse con alguien.

Puede ser, asimismo, consecuencia de una política gubernamental autoritaria a la que convienen más estas actitudes de indiferencia; se trata de sacar de la política cuestiones en las que se pretende que el pueblo no tenga capacidad de decidir, o dicho de otro modo, que un pequeño grupo, al margen de la mayoría, sea el que decida. El énfasis constante en la administración apolítica caracteriza a los regímenes no democráticos. "Poca política y mucha administración", fue un lema de la dictadura porfirista.