Es el producto de la presentación de un estímulo tan veloz que impide el procesamiento consciente de esa información. El estímulo puede estar contenido en un mensaje dirigido al consciente o ser parte de alguna comunicación que no tiene que ver con ese mensaje. Así, en la publicidad, al exponer muy brevemente una marca o el nombre de un producto se alienta al consumidor a comprarlo.
En 1956, se hizo el primer anuncio subliminal de una crema helada que se incluyó en medio de la proyección de una película. Su resultados aun se debaten. Los métodos subliminales han merecido la condena general porque se juzgan intrusivos y clandestinos. Se dice que la exposición subliminal es eficaz cuando se refiere a algo que ya conoce el receptor o tiene ya cierta predisposición a recibir ese mensaje, pero no puede implantar ningún mensaje o actitud. Además, sus efectos dependen del estado de ánimo y de la receptividad del perceptor, de la ambigüedad del contenido, así como de los estímulos que le antecedieron y de los que le seguirán.
No todos los medios pueden transmitir mensajes subliminales porque su presentación es demasiado lenta, como la televisión.
Algunos almacenes comerciales pasan mensajes subliminales (soy honrado, no robaré) en la música ambiental para combatir los hurtos. En Inglaterra se encontró que con el uso de esos mensajes el robo "hormiga" descendió una tercera parte.
También hay mensajes dirigidos al subconsciente cuando, por ejemplo, se explican las bondades de un producto (mensaje consciente) mediante una modelo sexy o en una residencia lujosa, con lo cual se envía el mensaje (subliminal) de que quien compra el producto entrará al mundo del glamour y de la riqueza.
En algunos países la publicidad subliminal está prohibida. Equivale a manipulación.
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