Es el conjunto de dispositivos y normas que regulan las elecciones en un país. Su propósito es definir las reglas mediante las cuales los electores pueden expresar su voto a favor de determinados partidos o candidatos, así como los métodos válidos para convertir estos votos en cargos de representación popular parlamentarios o ejecutivos. Básicamente comprenden tres componentes: un sistema de distritación, una fórmula electoral y un método de votación.
Entre las materias que regulan están: los requisitos para votar y ser elegido; la demarcación de circunscripciones electorales, la nominación y registro de candidatos, los medios de hacer campaña, las formas de votación, los escrutinios, la distribución de los mandatos o cargos, los procedimientos a utilizar en su adjudicación, así como el conocimiento y solución de los conflictos en torno a eventos electorales, entre otras.
Señala Rokkan que en la historia de los sistemas políticos hay una gran variedad de dispositivos electorales y cualquier intento de explicar estas variaciones debe partir de un análisis de la historia de los cambios ocurridos en cada uno de los seis siguientes aspectos del sistema electoral local y nacional:
1) Los requisitos para el sufragio: ¿Cómo adquiere el habitante de un territorio los derechos de ciudadanía?
2) La ponderación de la influencia: ¿Cuántos votos se atribuyen realmente a cada elector y sobre qué bases? ¿Qué se hace para asegurar la ponderación o la igualdad en la influencia real de cada voto?
3) La estandarización de los procedimientos de votación y la protección de la libertad de elección: ¿Qué se hace para garantizar prácticas uniformes y calculables de administración electoral, y qué disposiciones se adoptan para compensar el coste inmediato de todas las alternativas para el elector?
4) Los niveles territoriales de elección: ¿Cómo está dividido el territorio para efectos electorales y cuántos niveles de agrupación electoral se pueden distinguir?
5) Las fases de la opción electoral: ¿Cómo se establecen las alternativas para los electores? ¿Hasta que punto son establecidas de antemano las alternativas y hasta qué punto permanece abierta a los electores la gama de opciones?
6) Los procedimientos de cálculos: ¿Cómo se computan los votos y cómo se traducen las distribuciones computadas en decisiones colectivas vinculantes respecto a la representación territorial?
Los sistemas electorales son producto de la evolución histórica, por lo que sus efectos políticos dependen de la estructura social, de las instituciones existentes y del comportamiento político de los electores, en suma, de las condiciones prevalecientes en cada país.
a. Tipos de sistemas electorales
Los sistemas electorales más importantes son el mayoritario y el de representación proporcional, así como una mezcla de ambos.
1. Sistema mayoritario.
Es el más antiguo. Su propósito es la formación de mayorías aun a costa de posibles desproporciones en la relación votos / escaños. Se trata de garantizar una base sólida de apoyo al gobierno. Se basa en el principio de que la mayoría es la que determina la asignación de escaños. Gana el candidato que tiene el mayor número de votos (mayoría relativa o sistema de pluralidad) o más de la mitad de los votos (sistema de mayoría o mayoría absoluta que puede obligar a una segunda votación o ballottage para que el ganador siempre tenga más votos que todos los de sus oponentes juntos). Ambas fórmulas tienden a premiar a los partidos más fuertes y a castigar a los más débiles porque los votos a favor de quien no resulta vencedor se pierden. La mayoría relativa distorsiona todavía más la proporción votos / escaños.
Este sistema opera bajo las siguientes supuestos, según Marotta:
i) Una distribución equilibrada de los electores en las circunscripciones (todo elector tiene el mismo "peso" y se limita al máximo la subrepresentación de algunas circunscripciones en relación con otras).
ii) La exclusión de tácticas tipo "gerrymandering" (ningún partido debe sacar ventaja determinante por la configuración de las circunscripciones).
iii) La ausencia de una mayoría favorecida por factores metapolíticos (por ejemplo divisiones étnicas) que voten prescindiendo constantemente de la línea política efectivamente en discusión.
Los sistemas mayoritarios tienden a fomentar la desproporción entre los votos y los escaños en desventaja de los partidos pequeños, por lo que favorecen a los partidos grandes y mediatizan la participación de las minorías. Por eso, para algunos los sistemas mayoritarios sólo son apropiados para elecciones de puestos ejecutivos.
Sin embargo, establecen vínculos más sólidos entre los electores y el elegido, dado que aumentan las posibilidades de conocimiento personal de los candidatos por parte de los electores, esto es, que el diputado esté estrictamente vinculado a su circunscripción (lo cual también lo puede hacer perder su perspectiva de los intereses generales) y que el elector sepa a quién y qué elige. Asimismo, estimula la formación de un gobierno y una oposición más fuertes. Además, se dice que este sistema promueve en el largo plazo la coalición de los elementos divergentes presentes en la sociedad.
Estos sistemas tienen más aceptación en culturas políticas relativamente estables. En ellas, las fluctuaciones del apoyo electoral de uno a otro partido, reducen la polarización y estimulan políticas centristas.
2. Sistema de representación proporcional.
Tiene por objeto establecer una relación de proporcionalidad entre los votos y los escaños. Pretende establecer la perfecta igualdad de todo voto y otorgar a todos los electores el mismo peso, de modo que el electorado se refleje fielmente en el parlamento. Descansa en el principio de que todo cuerpo legislativo debe dar cabida a todos las ideas, intereses y necesidades de la comunidad. Trata de que la elección permita que se exprese la voluntad de los diversos grupos sociales.
En este sistema los candidatos no se presentan aislados sino mediante una la lista que presenta cada partido, y resultan elegidos según el porcentaje de votos obtenidos y su orden en la lista, de manera que los partidos pueden obtener escaños a pesar de que no hayan logrado una mayoría absoluta o relativa. Entre más escaños se asignen a una división electoral más proporcional será la representación obtenida.
Según Nohlen pueden existir varios tipos de sistemas de representación proporcional:
i. Representación proporcional pura, en la cual coinciden la proporción de votos conseguidos por un partido y la proporción de escaños que se les asignan. Los electores no están presionados para calcular su voto.
ii Representación proporcional impura, que se caracteriza porque existen barreras indirectas, como una gran cantidad de distritos pequeños y medianos, que impiden que se iguales las proporciones votos/escaños.
iii. Representación proporcional con barrera legal, en el cual se limita el número de partidos mediante una barrera que impide de antemano a los pequeños acceder a una representación parlamentaria, con lo cual se reducen las opciones del voto a los electores. La proporcionalidad se distorsiona porque se distribuyen los escaños sólo a los partidos que logran saltar esa barrera.
Existen varias fórmulas matemáticas para aproximarse a la proporcionalidad en la operación de convertir votos en escaños. La más conocida es la del "cociente electoral" en donde el dividendo es el total de votos válidos de un partido y el divisor el número de escaños por repartirse; conforme al cociente electoral, o sea la cifra repartidora, se adjudica a cada lista de partido un escaño por cada vez que el cociente esté contenido en el número de sus votos. SIn embargo, existen muchas manera de hacer esta estimación (D''Hondt, Hare, Niemayer, etc.)
El argumento principal a favor de los sistemas de representación proporcional consiste en la garantía que ofrecen a la minoría contra los abusos de la mayoría. Garantía muy importante en aquellos sistemas políticos en los cuales el "fair play" democrático no se encuentra todavía bien enraizado, dice Marotta. En cambio, sus desventajas son que implican problemas de técnica electoral muy complicados, tanto para convertir los votos en escaños, como para que el mismo votante tome su decisión electoral; asimismo, no producen, por sí solos, ni mayorías estables de gobierno ni impulsos hacia una integración política que esté acompañada por una mayor cohesión social. También promueven la fragmentación de los partidos, y los representantes electos por este sistema no se sienten responsables ante los electores que los eligieron. Además, estimulan la partidocracia.
A mayor fragmentación social es más probable el surgimiento de un sistema de representación proporcional y de un sistema de partidos multipartidista. Por eso, estos sistemas son más aceptados en sociedades en donde existen divisiones o clivajes étnicos, lingüísticos, o religiosos, o en aquellas que experimentan una lucha de clases persistente y grandes conflictos ideológicos. Sin embargo, este sistema está más relacionado con la democracia de masas y la extensión del sufragio universal.
3. Sistemas mixtos.
Hay también sistemas mixtos que tratan de aprovechar las ventajas y aminorar las desventajas de los dos anteriores, como es el caso de México. Se trata de combinar las bondades de cada uno de ellos. Algunos sistemas mixtos se derivan del sistema mayoritario, mantienen firmes los rasgos principales, pero tienden a permitir en cierta medida una representación de la minoría. Otros, a partir de la representación proporcional tratan de favorecer a los partidos mayoritarios a fin de reforzar la estabilidad de la mayoría en el gobierno.
En todo caso, sea de mayoría, de representación proporcional o mixto, no existe un sistema óptimo. La valoración de cada sistema debe hacerse en función de las circunstancias sociales considerando también a otros agentes del sistema político tales como la cultura política, el marco constitucional y los partidos políticos, entre otros factores. En la práctica, como se trata de una cuestión de poder, los distintos sistemas electorales representan soluciones técnica y políticamente más o menos aceptables para los distintos países.
En el fondo, quizás la dimensión fundamental que distingue a un sistema electoral de otro es la oportunidad que concede a la oposición dentro de su estructura. Los sistemas democráticos permiten a la oposición deponer y sustituir a quienes ocupan el gobierno; los autoritarios no permiten su derrota y son esencialmente instrumentos de movilización de las masas y de legitimación de su régimen.
b. Importancia de los sistemas electorales.
La importancia de los sistemas electorales radica en que establecen el marco que abre o cierra posibilidades de actuación a electores, partidos y candidatos, así como en que definen proporciones entre votos y cargos de representación, lo cual necesariamente incide en los resultados de una elección, dado que esas posibilidades pueden ser mejor aprovechadas por alguno de los competidores en la justa electoral y que esa manera de determinar proporciones inclinará el triunfo a favor de alguno de ellos.
Así, los sistemas electorales tienen efectos directos en la votación pues pueden motivar al elector a que calcule su voto (voto estratégico), y predeterminar el grado de proporcionalidad en que los votos se convierten en escaños. También tienen efectos indirectos dado que influyen en el número y características de los partidos.
Para Nohlen los sistemas electorales influyen en la polarización del electorado y de los partidos; en la estructura interna de los partidos y en su relación con el electorado; en cómo se representan los intereses de los diferentes segmentos de la sociedad; en el tipo de competencia política que se establece; en el comportamiento político del electorado; en las características de las campañas; y en la legitimidad del sistema político y en su capacidad para generar bienestar para la población.
En la mayoría de las democracias los sistemas electorales se han vuelto extremadamente costosos y alientan distintos grados de deshonestidad y corrupción. Por eso, es importante realizar un esfuerzo constante de vigilancia, evaluación y perfeccionamiento.
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