Un sistema puede definirse como un conjunto interconectado de elementos con relaciones estructurales características, que se influyen recíprocamente. Por lo tanto, se debe dejar sentado que el término sistema sólo debe aplicarse a los elementos que significativamente se relacionan entre sí; dicha relación, debe entenderse, se da en un alto nivel de interdependencia, de esta forma dejamos a un lado la simple agregación de elementos al azar o de manera fortuita. Es fácil comprender que por esa interdependencia, cualquier cambio en un subsistema afecta a los otros subsistemas y a la vez al sistema general. Podría decirse que no hay cambio específico de un subsistema en sentido absoluto, sino que siempre dicho cambio se interconecta con otros de los otros subsistemas. Así, por ejemplo, un aumento de la población traerá como consecuencia cambios en el subsistema político; si éste, por ejemplo, tiene la estructura de una democracia representativa, aumentará el número de representantes populares, el número de votantes, los partidos políticos tendrán cuantitativamente más militantes; el mismo cambio producirá en el subsistema económico un aumento de productos, de oferta de mano de obra; etc. Los cambios, se puede afirmar, dentro del sistema oficial tienen un efecto de reacción en cadena, una reverberación que afecta a los otros subsistemas.
Todas las sociedades se proveen de procesos por medio de los cuales establecen asignaciones autoritarias de valores para lograr la cohesión y unidad de la sociedad, a este proceso de asignación de valores suele llamársele sistema político. Toda sociedad posee un sistema político, "los análisis antropológicos de las llamadas sociedades sin gobierno o acéfalas, aportan pruebas suficientes de que aún entre las bandas más exiguas de bosquimanos, integradas por un pequeño grupo de parentesco extenso de no más de cincuenta personas, existe lo que podríamos llamar ''gobierno''. Por lo menos algún cabecilla puede tener un rol especial. En esas sociedades, la ausencia de estructuras diferenciadas para desempeñar las tareas inherentes al establecimiento y ejecución de asignaciones obligatorias, no indica la falta de subsistemas políticos". (Easton)
La primera tarea consiste en deslindar el campo del sistema político. En la esfera de la ciencia política, un sistema político -en términos generales- será aquel conjunto de elementos sociales interconectados por las relaciones que se desprenden del ejercicio del poder, y dichos elementos sociales se influyen mutuamente mediante los procesos políticos. Easton entiende al sistema político como "las interacciones por medio de las cuales se asignan autoritariamente valores a una sociedad". Para Easton, lo que distingue al sistema político de otros sistemas sociales es que en aquél las interacciones sociales se orienta, como señala en su definición, predominantemente hacia la asignación autoritaria de valores para una sociedad; por lo tanto, dentro de esta concepción, el estudio del sistema político se centra en dichas interacciones. Almond, por su parte, rechaza la concepción de Easton y se apega a la concepción weberiana que considera como rasgo distintivo del sistema político, el monopolio bajo el control de las autoridades, del uso legítimo de la coerción física. Max Weber considera también, como Trotsky, que todo Estado su funda en la fuerza y reclama para sí, en exclusiva, el uso de la violencia. Luego, el sistema político, para estos autores, no es más que la interacción de los grupos en su lucha por compartir el poder o por influir en su distribución; por participar del monopolio del "uso legítimo de la fuerza física".
En esencia, no hay diferencia fundamental entre ambas concepciones: Easton piensa en la asignación autoritaria de valores; Almond, en la lucha de los grupos por ser esa autoridad asignadora, un sistema político se identificará, pues, como una serie de interacciones abstraídas -para el caso de estudio- de la totalidad de la conducta social, mediante la cual se asignan autoritariamente valores a una sociedad.
Respecto a los componentes o elementos de los sistemas políticos, Almond distingue tres: la estructura política, que es la serie de valores interrelacionados; la cultura política, que incluye las creencias de los hombres bajo su sistema político, los sentimientos, juicios y opiniones sobre los objetos políticos, es decir: la ideología; los actores políticos, que realizan los roles asignados por la estructura política. Para este estudio son de primordial importancia los elementos dados por Almond. El sistema político posee una estructura que determina los roles; pero como es difícil pensar que dicha asignación deje satisfechos a todos los actores políticos, y el desempeño de roles distintos engendra diferencias sustanciales entre los actores, se darán dentro del sistema de agresiones, presiones, tensiones, coerciones, violencia: fenómenos todos que estarán modificando continuamente el sistema político.
La cultura política, por otra parte, es un sistema de creencias compartido por los miembros de una colectividad, por medio de la interpretación de la naturaleza y de la situación en la cual ésta se halla ubicada; la cultura política es la ideología del sistema, ideología que da al sistema fundamentación en su pasado, legitimación a su presente, y fe en el decurso del sistema político en que se vive. La ideología es, pues, la legitimación del uso de la fuerza, de la asignación autoritaria de valores, de la estructura de los roles, de los actores políticos, en fin, del sistema. El sistema político apela a la ideología porque ésta "es un credo, un conjunto de artículos de fe" que utiliza los métodos y el vocabulario de la ciencia. La ideología posee la virtud de dar al hombre un significado y un sentido de la vida, por eso una ideología más que buscar la verdad científica, más que utilizar la frialdad del método científico, se limita a los factores de congruencia interna, autoridad, pensamiento racional y principios históricos. La ciencia pone en duda todo; la ideología da por sentados sus postulados, declina ponerlos en duda y, en todo caso, utiliza únicamente los hechos que corroboran sus conclusiones.
Estos tres elementos del sistema político - estructura política, cultura política, actores políticos- tiene la capacidad de transformarse a sí mismos, de transformar sus metas, sus usos y la propia estructura de su organización interna, todo ello con el fin de mantener vivos sus procesos vitales. Si el sistema político pertenece al sistema social, por definición el sistema político se halla sometido a la ley de cambio. La concepción del cambio político dependerá de la concepción que se tenga del sistema político.
Los estudios de los sistemas políticos han proliferado, pero, en síntesis, puede decirse que todos ellos se refieren a los rasgos que permiten a un sistema funcionar de modo característico, distinguiéndolo de otros: se tienen así, sistemas denominados autoritarios, totalitarios, tradicionales, democráticos, fascistas, socialista, etc. Las diferencias entre unos y otros se especifican mediante los tipos de relaciones o pautas de interacción que pueden considerarse como propiedades centrales del sistema, cabría llamarles variables esenciales a esas diferencias.
Si todos los sistemas sufren el cambio, tendrán también la capacidad de transformar sus metas, su estructura, su cultura, sus roles, sus actores; flexibilidad que les da la capacidad de seguir existiendo, o bien que los conduce a decaer y morir.
Varios son los enfoques para el estudio de los sistemas políticos, se mencionan los principales.
A. El análisis de Insumo - Producto
Este tipo de análisis trata a todos los sistemas políticos como sistemas abiertos y adaptables; su principal exponente es David Easton. La esencia desde esta perspectiva es el estudio de la naturaleza de los intercambios y transacciones que se realizan entre un sistema político y su ambiente. Easton plantea así la cuestión: "¿cómo se las arregla cada uno y todos los sistemas políticos para subsistir en un mundo que es a la vez de estabilidad y de cambio? En última instancia, la búsqueda de una respuesta revelará lo que he llamado el proceso vital de los sistemas políticos -esas funciones fundamentales sin las cuales ningún sistema puede perdurar-, junto con los modos típicos de respuesta mediante los cuales pueden sostenerse los sistemas. Propongo -dice Easton- como problema central de la teoría política el análisis de los procesos y de la naturaleza y condiciones de las respuestas". El principal de esos procesos es la demanda. "podemos definir la demanda como una expresión de opinión en el sentido de que una asignación autorizada en relación con un sistema particular debe o no hacerse por los responsables de la misma".
Los sistemas políticos articulan, los medios peculiares y característicos, las demandas y muchas de ellas se convierten en productos, mientras que otras son abandonadas durante el proceso de conversión de la demanda del producto. Cabe preguntar: ¿ qué pasa con las demandas no satisfechas? Indudablemente constituirán la fuente de tensión de los sistemas y el origen de los posibles cambios. Pero todavía más, algunas demandas ni siquiera llegan a presentarse y constituyen para los sistemas un peligro de acuerdo a la magnitud de las mismas. Si la demanda llega a procesarse y a transformarse en producto constituye el reverso de la medalla y será el sostén y apoyo del sistema. Por consiguiente, de acuerdo a este autor, los sistemas políticos declinan o se vuelven inestables por la falta de un buen procesamiento de las demandas.
Las limitaciones de este enfoque se dan en la ausencia de posibilidad de evolución hacia nuevas formas, e incluso se ignora el cambio revolucionario. Poco tiene que decir este enfoque de la política de la declinación, la perturbación y el rompimiento del sistema; más bien explica las posibilidades de los sistemas para su autoconservación. Empero, las tensiones intrasistemáticas se dan desde el momento en que el sistema, cualquiera que sea, en incapaz materialmente de canalizar todas las demandas, de procesarlas y de darles satisfacción. Indudablemente, los productos elaborados por el sistema sólo beneficiarán a alguna parte; cuando ésta es muy pequeña, se puede pensar ya en conflictos, rebeliones y, finalmente, en las revoluciones para romper el sistema.
Dentro de este enfoque, los que dan apoyo al sistema se convierten, de hecho, en opresores de aquellos que no pueden adquirir los productos y que luchan contra esta situación.
B. El Enfoque Distributivo.
Esta posición teórica está centrada en los valores que están en juego en los procesos políticos y en la asignación o distribución de estos valores. Su principal exponente es Harold Lasswell, cuyo análisis puede sintetizarse en la pregunta: ¿quién obtiene qué, cuándo y cómo?
Los valores y su asignación constituyen en núcleo del enfoque; por lo tanto, la toma de decisiones y la ideología son los pivotes sobre los que gira. La ideología es la que proporcionará los valores a distribuir; valores de toda índole y que determinarán la riqueza o parquedad de los distribuibles. El cuándo, el cómo y el a quién estarán determinados por los órganos decisionales.
Las tres interrogantes llevan en sí mismas las tensiones de los cambios: ¿cuándo? Implica desigualdad de tiempo, todos los miembros de un sistema político querrán ser los primeros o bien los beneficiarios constantes; todos lucharán porque ese cuándo sea para sí mismos, ahora; ¿cómo? lleva implícito las tensiones de procedimientos; ¿quién? Indica tensiones en cuanto a número y en cuanto a personas.
C. El enfoque Cibernético.
Este enfoque realza los problemas de dinámica y de los varios flujos de información que surgen de las comunicaciones y de la toma de decisiones. Su principal exponente es Karl W. Deutsch.
Según el autor, los sistemas políticos conforman un conjunto de operaciones para procesar el flujo, la corriente de la información que se recibe (podría leerse demandas). La estructura política maneja la información y la procesa; pero todo sistema tiene una capacidad de carga en función del número y del tipo de canales disponibles; y, de acuerdo a ello, se determina la sensibilidad del sistema para responder, para tomar decisiones.
El análisis cibernético de los sistemas políticos deja entrever los límites propios del sistema: la estructura política maneja la información, es decir, los sistemas políticos crean una burocracia para procesar el flujo de información, burocracia que demora o pone escollos al libre tránsito de esta afluencia de información, lo que se traduce en tensiones de cambio. Si los sistemas poseen una limitada capacidad de carga: ¿quién determina cuál flujo de información no se procesa?, ¿la de quién? Estas cuestiones plantean en realidad las tensiones de cambio que posee el sistema.
D. El Análisis Funcional-Estructural
Se centra principalmente en los fenómenos de mantenimiento y regulación de los sistemas políticos. Su cuestión: ¿cuáles estructuras desempeñan, cuáles formas básicas y en qué condiciones, dentro del sistema?
Se asigna, dentro de este análisis, una correspondencia biunívoca entre las funciones a desempeñar y las estructuras de un sistema político. Las principales funciones son: conversión de las demandas, adaptación y mantenimiento. Estas dos últimas funciones son, de acuerdo a los teóricos de este enfoque, las primordiales. El análisis se centra en todas las cuestiones que llevan a la supervivencia del sistema, los métodos para evitar condiciones que conduzcan a la entropía de los sistemas. En general, se ha entendido este enfoque como la justificación del statu quo, pues conduce, en última instancia, a una defensa del orden de cosas existentes tratando de demostrar la funcionalidad de las estructuras, y la racionalidad de las funciones.
Si todo lleva a justificar el estado de cosas, a mantener, a evitar disfunciones, se deduce que privilegios y prerrogativas son mantenidas, que la posibilidad de cambio no se vislumbra y que, en fin, este análisis, paradójicamente, lleva a la revolución y a los brotes violentos por su escasa flexibilidad; o bien, a la represión para mantener; o finalmente, a cambiar para que todo siga igual. "la función primordial del poder -dice Parsons- es estabilizar el subsistema político frente a los cambios de su ambiente... prever contingencias; permitiendo libertades, pero equilibrando los mecanismos para que la libertad no produzca inestabilidad. El rasgo esencial de los mecanismos de equilibrio es la retroalimentación (feedback)".
E. La Teoría de los Grupos
La esencia de este análisis la constituye la interacción del gran número de grupos que componen un sistema político. El motor que hace funcionar un sistema político en el proceso de la lucha de los grupos, es que cada grupo trata de realizar o elevar al máximo sus intereses. El sistema político no es más que una arena donde se desarrolla la contienda. Pero el sistema, a pesar de esa contienda, está constituido por el equilibrio de las presiones de los grupos, y éstos sólo adquieren un significado político en relación con otros grupos.
El sistema político se comporta de acuerdo a las reclamaciones de los grupos en contienda, su arma frente a ellos es el poder. En consecuencia, el gobierno en un sistema político es el mediador de la lucha y el árbitro que pone las reglas de la contienda.
Este enfoque da la visión de un estado de guerra permanente en donde todo grupo tiene una jus belli. Las reglas de juego impuestas por el poder sólo asignan los límites de las arenas políticas y la clase de arena a emplear. El cambio se halla presente, pues la contienda hace que las relaciones, fuerzas, varíen a cada momento. Sólo cuando el "árbitro" no puede someter a los grupos a las reglas del juego o bien cuando los grupos ya no pueden jugar con las antiguas reglas, entonces tendrá que venir un reajuste del sistema.
Los enfoques mencionados llevan a la conclusión que la parte esencial de los sistemas políticos son las demandas. El análisis de insumo-producto se concentra en este tema y concluye que un sistema político sólo puede mantenerse en la medida que satisfaga las demandas; el análisis distributivo al plantear la cuestión: ¿quién obtiene qué? plantea realmente en a quién se le satisfacen sus demandas y de qué manera; el enfoque cibernético, al poner de relieve los flujos de información y la capacidad de carga de los sistemas, está realmente exponiendo la capacidad del sistema para recibir las demandas; el análisis funcional-estructural sólo desea buscar la manera en que las estructuras satisfagan las funciones demandadas; por último, la teoría de los grupos, es la teoría del conflicto para determinar cómo los órganos decisionales satisfacen las demandas de los grupos contendientes.
"Las demandas son expectativas formuladas y dirigidas a las autoridades" (Jaguaribe). En todo sistema político, en cualquier momento, existen innumerables deseos y expectativas, pero una gran cantidad no llega al nivel social de formulación efectiva; en cuanto esto sucede, se convierten en demandas. Las demandas son de suyo fuentes de tensión para un sistema; pueden provocar tensiones graves cuando son mayores que las que el sistema puede satisfacer; muchas veces la crisis del sistema se da por la falta de tiempo disponible para satisfacer las demandas; otras, por la complejidad de ellas por encontrase ante el difícil cumplimiento, dado el estado del sistema, o la contraposición de la demanda con el mantenimiento del mismo.
En general, las demandas son tratadas por los sistemas en cuatro formas diferentes: se les encara de manera directa, positiva o negativa; se les convierte en una demanda general y se les da una orientación semejante, estableciendo la regla para todas las que se presentan en igual sentido; se les convierte en problemas de interés general, de modo que adquieran importancia y sea exigida su solución; se les reduce y minimiza bien para soslayarlas, demorarlas o resolverlas. Pero el incumplimiento de las demandas provoca el debilitamiento del sistema en relación directa a la importancia de ellas. A manera de hipótesis se podría plantear que cuando el sistema político se ve imposibilitado a lograr un apoyo efectivo por la satisfacción de las demandas tiende a buscarlo mediante la recompensa a quienes den su apoyo, en la ideología o en el carisma de algunos prohombres del sistema. En el primero de los casos se cae en los apoyadores mercenarios del sistema "ningún principado puede estar seguro, cuando no tiene armas -léase apoyos- que le pertenezcan en propiedad" decía Maquiavelo: ningún sistema político puede estar seguro cuando sus apoyos son mercenarios. Por lo que toca al apoyo proporcionado por la ideología, éste es un tanto difuso, pues sería muy difícil convencer ideológicamente y en la práctica a los individuos de que el sistema político es sabio y bueno, cuando las demandas virtuales no son satisfechas. Se tiene que recurrir a "apóstoles que intensifiquen, exalten, desarrollen, refinen y elaboren la ideología" a fin de que ésta se convierta en un verdadero sostén del sistema. Cuando la ideología no surge de la realidad misma, del sistema político, cuando no es la concordancia ente los conceptos y la realidad, cuando sólo es una etiqueta para mantener, no es más que un pilar de cartón. Por último, si el sistema sólo se basa en el carisma de un hombre, queda sujeto totalmente a las contingencias humanas.
Si después de buscar el apoyo en esos tres elementos el sistema sigue deteriorándose, sólo le queda para mantenerse: el uso de la fuerza, de las represión, de la violencia; y entonces se hay ante la disyuntiva: reforma o revolución. Si se da la primera el sistema se readapta hasta lograr un nuevo equilibrio; si no se da, entonces algunos grupos intentan la satisfacción de sus demandas por medios no legalizados, no permitidos, como es la violencia, pues ésta está reservada, en exclusiva, al grupo en el poder. Si los miembros del sistema se "separan de los cánones normales de conducta política es siempre índice de que el Estado-Sistema sufre una enfermedad grave" (Ebenstein).
No son probablemente pocos los sistemas que sucumbieron ante el conflicto planteado por la insatisfacción de las demandas; pero esto no significa, necesariamente, que un sistema deba satisfacer todas las demandas de sus miembros; algunas pueden quedar insatisfechas sin grave problema. Existe un bajo índice de probabilidad de que se produzca una revolución en el sistema, cuando los miembros tienen la convicción de que éste, el sistema, trabaja lo mejor que puede para satisfacer sus demandas. El derrumbamiento del sistema se da cuando ya no existe la fe en él, y el sistema se sostiene en apoyos diferentes a la satisfacción de las demandas.
A pesar de lo que pudiera pensarse, los sistemas políticos se hallan en constante evolución, y si todos ellos tienen como premisa fundamental la supervivencia, ésta les impone reformas, adaptaciones y cambios. Constantemente nuevos grupos se forman de acuerdo con el sistema de poder predominante, y adquieren paulatinamente importancia, representando de alguna manera un nuevo desafío al sistema, provocando cambios dialécticos y revolucionarios. Muchas veces estos cambios se realizan por constantes y pequeñas adaptaciones apenas perceptibles para el observados común. Pero los cambios dialécticos bruscos, rápidos, violentos, que influyen sobre el sistema modificándolo sustancialmente, están siempre sometidos a la represión.
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