Es volver a elegir nuevamente a la misma persona para el cargo de representación popular que está desempeñando y cuyo periodo va a terminar. Jurídicamente significa la posibilidad que tiene el titular de un puesto de elección popular para contender otra vez por ese mismo cargo, cuando está por finalizar su ejercicio en el mismo. La reelección puede existir por omisión (no prohibida) o por disposición expresa de la ley. Asimismo, la reelección puede ser limitada o ilimitada , según exista o no un número determinado de reelecciones permitidas.
En contraste, la no reelección es la imposibilidad de participar nuevamente en un proceso electoral como candidato a un puesto de representación popular para el cual ya ha sido electo. Teóricamente, impide el continuismo , "un mal político contrario al sistema democrático porque evita el desarrollo de una de sus virtudes como resulta ser la alternabilidad en el poder" (Campillo).
La no reelección puede ser total o parcial ; la primera cuando no se puede volver a ocupar el mismo cargo por segunda vez bajo ninguna circunstancia; y parcial , cuando el cargo no puede ser ocupado en el periodo inmediato al que se concluye, pero hay la posibilidad de reelección para los periodos subsecuentes, en cuyo caso se trata de eliminar la influencia del cargo o "efecto del titular" para salvaguardar la equidad en la competencia electoral.
No existe acuerdo sobre las bondades y consecuencias negativas de la reelección y la no reelección. Hay argumentos a favor y en contra. Se afirma que sólo se respeta plenamente la voluntad popular si el electorado puede reelegir libremente a sus representantes cuantas veces lo decida; y al contrario, se argumenta que la no reelección obliga al relevo constante de las mujeres y hombres para que nadie pueda apropiarse del poder, ni hacer predominar los mismos intereses por un largo tiempo, lo cual alienta la democracia inclusiva y participativa; se trata de que el mayor número posible de ciudadanos "pueda escalar puestos de elección popular por sus dotes y merecimientos ante la opinión de las mayorías..."
De la reelección y la no reelección se esperan diferentes efectos, entre ellos destacan los siguientes:
a) Si existe la posibilidad de reelegirse los representantes populares se ven obligados a atender mejor a sus electores, con la esperanza de que en su momento les otorguen nuevamente su voto y se reelijan. Es decir, su futuro político dependerá de su comportamiento responsable como legisladores. De otro modo, si no hay reelección pierden interés en sus electores y obedecen más a los intereses propios y de sus partidos.
La realidad es que este efecto sólo podría presentarse si la reelección se da con el mismo electorado, esto es, exactamente en la misma circunscripción electoral, y únicamente se podría aplicar a los representantes de mayoría, no a los plurinominales cuya relación con los electores es indirecta.
Asimismo, de darse este efecto, el contacto representante-elector sería más intenso con las personas y grupos que representen los intereses económicos locales más importantes no con el ciudadano común desinteresado y desinformado, lo cual puede degenerar en clientelismo y "maquinarias políticas" que sustenten verdaderos cacicazgos electorales y a la larga, en el predominio de los intereses económicos sobre el interés nacional, de modo que los representantes populares ya no serían más representantes de la Nación , sino de sus electores económicamente más poderosos.
A lo anterior hay que agregar el “lobby” permanente y sistemático que realizan las grandes empresas nacionales y transnacionales en defensa de sus intereses para convencer, influir, presionar y hasta corromper a los representantes populares; la reelección facilitaría estas acciones pues los cabilderos no tendrían que tratar cada tres o seis años con nuevos legisladores, lo que les daría mayor eficacia en detrimento de las causas populares, Así, los legisladores con mayor permanencia en sus puestos, serían aquellos que mejor sirven a los intereses de los personajes y empresas que financian generosamente sus campañas, como sucede ya en algunos países.
Por otra parte, el hecho de que los representantes populares obedezcan más a los intereses de sus partidos, no es en sí mismo reprobable siempre y cuando esos partidos ofrezcan ideologías, plataformas y programas definidos conforme a los cuales la ciudadanía pueda definir racionalmente su voto. Lo condenable es que para volver a obtener la candidatura esa obediencia se otorgue a partidos no democráticos en sus sistemas de designación de candidatos y dirigentes, o donde predominen tendencias dinásticas, oligárquicas o partidocráticas que los alejan de las necesidades y deseos populares y el abstencionismo en los electores. En este tipo de partidos, la reelección fortalecería su vocación antidemocrática.
b) Si hay reelección existe la posibilidad de que los ciudadanos y no una ley, decidan al evaluar su desempeño, si castigan o premian a sus representantes con la permanencia o no en el cargo, así no se desperdicia el talento político pues el electorado tiene la oportunidad de disfrutar durante más tiempo a sus mejores líderes, y a quienes no funcionen, puede ya no elegirlos para el periodo siguiente.
Aceptando que así fuera ¿qué pasará con aquellos corruptos que habiendo cometido sus fechorías, no tengan el cinismo de pretender reelegirse o que siendo legisladores cambien de distrito, o aspiren a otros puestos legislativos o ejecutivos? Se retirarían impunemente. Además, para esos corruptos ¿por qué esperar hasta la terminación del mandato? Sería más efectiva la revocación del cargo y establecer sistema de rendición de cuentas.
En donde existe reelección y hasta la revocación del cargo, no es cierto necesariamente que la movilidad de los legisladores la decidan los electores, pues entre más tiempo permanece un titular en un puesto más poder puede acumular y utilizarlo, tanto para desviar recursos públicos o recabar dinero privado para apoyar su reelección, como para influir y hasta para manipular al electorado gracias al enorme poder de persuasión de la propaganda actual. Asimismo, el "efecto del titular", es decir, la ventaja política que da ocupar el puesto sobre los otros que aspiran a obtenerlo, facilita la reelección (la no reelección parcial impide este "efecto").
En esta situación de inequidad, los representantes populares pueden ser reelectos indefinidamente en sus cargos si están bien pertrechados, pese a que su actuación haya sido mediocre, pues el voto de castigo sólo se manifiesta motivado por escándalos o errores muy graves. Así, por unos cuantos talentos que no se desperdician, muchísimos más políticos se adueñan de los cargos sin más mérito que haber logrado ocuparlos la primera vez y disponer de recursos para su reelección. Entonces, lo que se desperdicia es el talento potencial de los jóvenes que aspiran a ser representantes populares y que generalmente no lo consiguen, dado que parten de condiciones de desventaja frente a quien ya ocupa el puesto.
Además, no es cierto que los electores no castigan el mal desempeño de sus legisladores cuando no hay reelección; si bien no lo hacen en las personas de sus representantes, sí castigan a sus partidos ya no otorgándoles su voto, lo cual puede ser más efectivo para que los partidos se preocupen más por la selección, dirección y vigilancia de sus miembros que ocupan cargos de elección popular, y para que los mismos legisladores cuiden su actuación no solamente individual, sino como grupo parlamentario.
c). La reelección daría autonomía a los legisladores respecto a sus partidos.
El liderazgo de los partidos sobre sus legisladores no es necesariamente nocivo, al contrario, organiza el debate, clarifica posiciones y agilita el proceso legislativo, por eso es una práctica común en las cámaras de representación popular organizarse por bancadas, es decir, por grupos parlamentarios integrados por legisladores de un mismo partido, que deben seguir las directrices de sus partidos. Conviene no olvidar que para buena parte de los electores el partido al que pertenecen los candidatos fue la razón para elegirlos.
Con reelección o sin ella, los legisladores seguirían teniendo el liderazgo de los jefes de bancada y de sus partidos, salvo que se declararan independientes. Además, aun en donde existe reelección, ésta no es una decisión de quien ocupa el puesto, sino depende de que sus partidos los nominen nuevamente; aunque por el “efecto del titular” resulta más ventajoso para un partido buscar la reelección de sus legisladores, puede darse el caso de que el partido decida lanzar una candidatura diferente si así conviene a su interés. La reelección no traería como consecuencia la autonomía de los legisladores respecto a los partidos salvo cuando se permiten candidaturas independientes con reelección o sin ella.
d) Si los ejecutivos electos tienen la oportunidad de reelegirse pueden emprender acciones y obras cuya realización requiere de un tiempo mayor que el periodo durante el cual ocupan el cargo. Además, se obtiene mayor continuidad en la administración pública y el ciudadano no se ve afectado por los cambios en el gobierno
Disponer de tiempo no es garantía de grandes realizaciones, no puede establecerse una correlación entre el tiempo que se ocupa un cargo y los logros alcanzados. Esto depende más de otros factores: carácter y creatividad personal, capacidad de realización y disponibilidad de recursos, situación económica general, coyuntura internacional, etcétera. Pero si la duración en el cargo fuera tan importante, mejor podría aumentarse el periodo sin que existiera posibilidad de reelección.
Además, a pesar de que no haya reelección, la continuidad política se logra mediante la permanencia del mismo partido en el poder, cuyos principios y programas continúan a pesar del relevo de los hombres, siempre y cuando así lo decida el electorado. En lo que corresponde a la continuidad administrativa, una manera más eficaz de lograrla e institucionalizarla es la profesionalización de la administración pública mediante un servicio civil de carrera basado en el mérito.
e) La reelección fomenta carreras parlamentarias que dan continuidad a las labores legislativas y aumentan la calidad profesional de los representantes debido a la experiencia adquirida; de igual manera, la profesionalización fortalece al poder legislativo para que realice mejor su tarea de vigilancia del ejecutivo; la no reelección condena a los parlamentos a la improvisación constante y a la debilidad permanente frente a la burocracia experta de la administración pública
No es comprobable una correlación directa entre el tiempo que se ha ocupado un cargo y una mayor calidad en su ejercicio: tanto hay representantes brillantes entre quienes llegan por primera vez al puesto, como entre quienes han acumulado una larga experiencia; también la opacidad puede encontrarse entre los legisladores más experimentados y en los bisoños.
La verdad es que históricamente los legisladores destacados lo han sido desde antes de ocupar el cargo. Ninguna cámara legislativa ha hecho el milagro de convertir plomo en oro. Al respecto parafrasea el Dr. Arreola: “lo que natura no da, el Congreso no lo presta”… Son los partidos los que deben esforzarse por lanzar como sus candidatos a quienes por su formación y experiencia previa puedan desempeñar mejor, desde la primera vez, su función legislativa y no esperar a que los forme la experiencia (como si ésta fuera suficiente y el único modo de formar cuadros políticos) en el desempeño del puesto a un alto costo para el país. En el caso de México, Esteban David Rodríguez (Los Dueños del Congreso) demuestra que sin haber reelección inmediata, el 50% de quienes han llegado al Senado y el 12% de los que han sido diputados se han reelecto entre 1933 y 2003. "Y entre quienes han tenido carreras de 18 a 30 años en el Congreso ¡no se juntan 10 que hayan repetido en una misma comisión!, para especializarse en un tema. ¿Cómo creerles que su fin es la experiencia o la profesionalización?"
En cuanto a la continuidad legislativa, no ha sido raro que los mismos representantes que han aprobado una medida, al siguiente periodo de sesiones tomen decisiones radicalmente opuestas. Lo cual tampoco es en sí mismo un error si se rectifica para mejorar o debido al cambio de las circunstancias.
En referencia al fortalecimiento del legislativo, éste no es una cuestión del conocimiento que posean los representantes populares, quienes son electos por la confianza que les otorgan sus electores en que sabrán definir y defender el interés popular, y aunque lo fuera, por décadas que ocuparan el puesto, nunca los legisladores podrán adquirir conocimientos tan vastos y especializados que les permitan incursionar en todos los diversos y complejos ámbitos de la administración pública y menos mediante la mera experiencia. La mayor vigilancia del ejecutivo no es un problema de conocimiento (el cual puede obtenerse mediante el asesoramiento especializado a los representantes populares), sino de correlación de fuerzas entre ambos poderes, y en el presidencialismo el ejecutivo siempre dispone de mayor poder real que el legislativo. Además conviene recordar que los Ejecutivos también están sujetos al principio de la no reelección, es decir, su experiencia en el cargo también puede ser nula; estos argumentos ¿no serían más válidos para la reelección de los Ejecutivos en los cuales, por recaer en un solo individuo, cuenta más la experiencia personal?
En lo que corresponde a la carrera legislativa, no hay que ignorar que dado el mayor poder de los puestos ejecutivos, muchos políticos consideran al legislativo como una antesala a los cargos ejecutivos a los que legítimamente aspiran, de modo que quienes tienen éxito en convertirse en ejecutivos abandonan la “carrera” y quienes ven frustradas sus esperanzas permanecen como legisladores, no porque les importe "hacer carrera", sino en tanto tienen una nueva oportunidad de ascenso político. Quizás serían muy pocos los que verdaderamente tuvieran deseos de hacer esa “carrera legislativa”.
f) Si no existe la reelección habrá una renovación constante de hombres, ideas e intereses, se impedirá la rutina y la burocratización, la circulación de generaciones hará a la democracia más incluyente y participativa.
La experiencia es que la no reelección parcial no impide la formación de oligarquías partidistas, cuyos miembros pasan, sin interrupción alguna, de uno a otro cargo de elección en diferentes cámaras federales o locales (trapecistas), a veces nominados por partidos diferentes (transfuguismo), y envejecen representando al pueblo cerrando el acceso a nuevos y jóvenes políticos.
En realidad, la movilidad política depende de la estructura de la sociedad. En sociedades desiguales se fortalecen las dinastías políticas y una pequeña élite excluyente circula por los puestos públicos dando la apariencia de movilidad democrática a lo que en realidad es el gobierno de unos cuantos, de modo que a pesar de no haber reelección inmediata se da el caso de políticos que han ocupado varias décadas puestos de elección popular.
f) La reelección distrae la labor de los representantes populares, ya que volver a ganar el cargo puede convertirse en el propósito fundamental de todas sus actividades; asimismo, planear y realizar sus campañas periódicamente les resta tiempo valioso cuando aun están desempeñando el puesto para el que fueron electos.
Esforzarse por mantener y ganar más apoyo de los electores no necesariamente es negativo; de alguna manera, los representantes populares deben obedecer a su electorado, de modo que han de tener siempre presente sus necesidades y aspiraciones, y tratar de actuar en consecuencia; en la medida que un legislador responda más al sentir de sus electores será su mejor representante. En lo que corresponde al tiempo desperdiciado en campañas, aun cuando no exista reelección, éstas llegan a concentrar tanto la atención de todos, que durante las mismas ya poco pueden hacer quienes están por terminar su periodo.
g. La reelección inmediata es tan buena que existe en todo el mundo y para todos los puestos, sólo los países atrasados la conservan.
Este es, más bien, un argumento propagandístico (“haz como todos”, “no te quedes atrás”) que se atribuye a la corriente neoliberal que pretende ajustar las condiciones nacionales a las necesidades de la globalización, de modo que las transnacionales puedan mejor influir en los políticos electos por el voto popular. Si la idea es copiar a otros países, ¿por qué no disponer el requisito de la aprobación del Senado para los nombramientos de los secretarios de Estado, lo cual fortalecería el control legislativo, o la revocación del cargo para destituir a los malos legisladores, por ejemplo? El respeto a la soberanía popular, lo democrático, es que cada país se otorgue la forma de gobierno y las leyes que decidan sus pueblos según su historia y sus características nacionales. En un mundo globalizado pero plural, no todo tiene que ser uniforme, con mayor razón si establecer un principio de profunda raigambre histórica y que costó mucha sangre, como es el caso de la no reelección en México.
h). La importancia del contexto.
En realidad, las consecuencias positivas y negativas de la reelección y la no reelección dependen más del contexto en el que se aplican: si no hay garantía de elecciones libres, limpias y equitativas; si los partidos son dinásticos u oligárquicos, no atienden la formación de sus cuadros y no eligen a sus candidatos democráticamente; si no hay topes a la duración de las carreras parlamentarias; si no existen medios eficaces para la revocación de representantes incapaces o corruptos; si se permite el cambio de circunscripción de los candidatos a reelegirse; si no se impide el transfuguismo político de loa candidatos que pasan de uno a otro partido conforme a sus intereses personales; si no hay límites efectivos al uso electoral de los recursos públicos y no existe control de los gastos de precampaña y campaña; si no existe equidad en el acceso a los medios de comunicación masiva; y si no se norman las campañas para atenuar el "efecto del titular" y crear mayor equidad en la competencia electoral, la reelección total puede presentar los efectos negativos ya mencionados y pocos de los beneficios que se le atribuyen.
En un contexto cuasidemocrático y de gran desigualdad social proclive a la formación de dinastías políticas, la no reelección obliga por lo menos a la rotación de mujeres y hombres en los cargos de elección popular, la cual también es importante para impedir que la movilidad política se cancele por completo y con ella la esperanza de una democracia plena.
La reelección es tan democrática como la no-reelección, sólo que ésta última restringe el derecho del elector de votar libremente por candidatos de su preferencia, derecho que se limita legítimamente sólo por consideraciones funcionales a la democracia. Por lo general, la no reelección ha sido un intento por impedir que vuelva a ocurrir la perpetuación de individuos, grupos y partidos en el poder, tras una experiencia histórica desastrosa.
En Estados Unidos sólo hay límites para la reelección del presidente de la República: ninguna persona puede ser electa más de dos veces para el cargo de presidente; tampoco quien lo haya desempeñado más de dos años de un período para el cual otra persona haya sido electa presidente, puede ser elegido más de una vez para este puesto. No existen limitaciones para la reelección en otros cargos de elección popular. Las ventajas que tienen quienes ocupan ya un puesto de representación popular frente a sus retadores menos conocidos y financiados, son importantes para favorecer su reelección y permanencia en el cargo. Especialmente en las cámaras legislativas gran número de sus miembros duran en su puesto por décadas mediante sucesivas reelecciones. Por eso, hay quienes propugnan por una reforma electoral que limite el número de reelecciones permitidas para abrir mayores oportunidades a las nuevas generaciones.
En América Latina, señala Nohlen: "La no-reelección tiene una larga tradición histórica, y su más sólida fundamentación es la propia experiencia histórico-política....Básicamente son dos fenómenos que confluyen en el origen de la no-reelección como previsión constitucional... el presidencialismo latinoamericano y la tentación de los presidentes de perpetuarse en el poder, por un lado, y la coacción y el fraude en los procesos electorales, por el otro. En estas circunstancias... el principio de la no-reelección apareció como símbolo político e instrumento imprescindible del constitucionalismo democrático".
En México, bajo la democracia formal que encubrió la dictadura de Porfirio Díaz, la reelección legitimó la permanencia de su gobierno autoritario durante varias décadas, hasta que tuvo que renunciar en 1911, ante una revolución cuyo lema principal fue "Sufragio Efectivo y No Reelección".
La Constitución de 1917, resultado de ese movimiento armado, estableció la no reelección total del Presidente de la República y cuando se reformó para hacerla parcial (después de la represión sangrienta de los antirreeleccionistas) y permitir que Obregón asumiera nuevamente la presidencia, su intento fue frustrado por su asesinato en 1928. Hoy, aquel ciudadano que haya ocupado la Presidencia con cualquier carácter, electo popularmente o interino, provisional o sustituto, por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto; lo mismo se aplica para los gobernadores.
Desde 1933, tras una elección muy cuestionada (1929) y la renuncia de un presidente de la República (Ortiz Rubio), se introdujo la no reelección inmediata para los miembros del Poder Legislativo, aun en calidad de suplentes, pero los suplentes que no hubiesen actuado como propietarios, sí pueden ser elegidos con el carácter de propietarios para el periodo inmediato. De igual manera, los miembros de los congresos locales, los presidentes municipales, regidores y síndicos no pueden ser reelectos para el periodo inmediato.
Periódicamente se han dado intentos para restaurar la reelección absoluta, generalmente de parte de los grupos que quieren borrar el legado de la experiencia histórica de México, o interesados en la perpetuación en el poder de un personaje. La intentona más reciente fue el 10 de febrero de 2005, pero el Senado rechazó, por 51 votos en contra, 50 votos a favor y una abstención, la reforma a los artículos constitucionales 59 y 116 para que los senadores pudieran ser reelectos de manera inmediata hasta por un periodo adicional y los diputados hasta tres periodos consecutivos.
Concluye Doralicia Carmona (La Adicción al Poder): “En una época, como la nuestra, en que las élites y las dinastías políticas están concentrando el poder político, económico y de persuasión para imponerse sobre las masas, la reelección tiene que probar sus bienes, sus males ya los hemos sufrido demasiado”.
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