Fue un programa conocido oficialmente como "Proceso de Reorganización Nacional" de la junta militar que gobernó Argentina de 1976 a 1983, cuyo propósito era suprimir a la oposición política, a las guerrillas izquierdistas, a las organizaciones de trabajadores y a los intelectuales de ese país. Estuvo dirigido por las fuerzas militares y ejecutado por los "escuadrones de la muerte" anónimos y enmascarados que operaban con la aprobación y a veces con la participación de los militares.
Se le consideró una guerra "sucia" porque su enfoque era clandestino, informal, sin bases ni controles legales, sin papeles que pudieran documentar las atrocidades de la que fueron víctimas uno de cada mil argentinos, de los cuales más de 30,000 simplemente desaparecieron. Fue una represión brutal contra los hombres de izquierda, un terrorismo de Estado.
Se justificó de acuerdo con la doctrina de la seguridad nacional que durante la guerra fría, sostenía que la lucha interna de los países era parte de la lucha global entre los sistemas ideológicos que se disputaban la hegemonía mundial, por lo que procedía una guerra permanente contra el comunismo.
Su propósito, señala Borja, fue "limpiar a la Argentina de los subversivos, los apátridas y los materialistas y ateos a fin de defender los valores de la civilización occidental y cristiana".
Acciones similares desarrollaron el gobierno golpista de Pinochet en Chile y los militares uruguayos.
A partir de esta infamia, que significó dolor y muerte para millones de seres humanos, el término guerra sucia se ha aplicado a la política para referirse a toda acción ilegal, anónima, violenta, subrepticia, sorpresiva, encubierta, desproporcionada, fraudulenta y sin ningún límite moral, que se emprende para conseguir un propósito político a toda costa, como el triunfo en unas elecciones.
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